La devastadora tragedia que han provocado las inundaciones en España está recolocando, de forma general, lo que de verdad importa. Quizás esta mirada sobre lo relevante dure lo que duren los ecos de la catástrofe, pero es una alerta más sobre cómo la clase política pierde el tiempo tirándose los trastos a la cabeza. Incluso ante lo sucedido, parece costarles afrontarlo juntos, como si mantener la tensión les tuviera atados de pies y manos. Frente a estas actitudes, reivindico a los líderes auténticos, los que sí se hacen responsables del ánimo social. La buena política no duda a la hora de aunar voluntades para resolver problemas. Y este debería ser el pan nuestro de cada día, porque la mediocridad nunca levantará un país. Ni liderará absolutamente nada. De hecho, el liderazgo auténtico no descansa sobre grandes palabras, sino sobre hechos positivos. La acción a favor de la ilusión y la tranquilidad social debería ser el principio, el medio y el fin de quien ostenta una posición de poder, en la política y en la empresa. Los líderes verdaderos influyen en los demás provocando esperanza -y trabajando para que se haga realidad-. Porque el desánimo generalizado es más problemático de lo que parece y nuestros jóvenes no podrán dar lo mejor de sí mismos en medio de una sociedad angustiada. Hay que cambiar esta tendencia. Y hay que saber hacerlo. Los líderes auténticos saben dónde y cómo actuar. Estos dirigentes auténticos acostumbran a mirar hacia lo importante, a elevar el ánimo colectivo y jamás se atrincheran en la soberbia personal. Pensemos, por ejemplo, en Nelson Mandela, con ese liderazgo auténtico que le hizo superar el dolor de 27 años de prisión, siendo capaz de sentarse con sus adversarios para liderar la transición de Sudáfrica hacia la democracia. Luchó para erradicar la miseria de sus compatriotas y fomentó la reconciliación. Para ser justo, hay que practicar la justicia, a ser posible, todos los días.
Y como Mandela hay muchas otras figuras, cerca de nosotros, que se centran en lo esencial y lo hacen con valentía. Reflexionaba hace unos días sobre ello en la cena solidaria de la Fundación Banco de Alimentos de Valladolid, donde se reconocía la labor de empresas, instituciones y personas pujantes. Esas que hacen el bien, bien hecho. Entre los premiados, destaco el sentido de la compasión del maestro de periodistas, Jesús Fonseca, siempre dejando huella, allí donde va. Y otra admirable labor, la del presidente de este Banco de Alimentos, Jesús Mediavilla, que nos contaba que ha estado tres veces entre la vida y la muerte y, casi milagrosamente, se ha salvado. Será por la causalidad de la vida y por la falta que hace para seguir construyendo, junto a su gran equipo de voluntarios, lo importante. Y lo importante empieza por lo prioritario, como es dar de comer a quien está viviendo en una situación de exclusión social y de pobreza. No olvidemos que, en 2023, según el último Informe sobre el Estado de la Pobreza, un 22,4% de la población de Castilla y León, es decir, unas 533.00 personas, está en riesgo de pobreza, afectando especialmente a las zonas rurales y a las mujeres. Cuando hay pobreza, no se puede mirar para otro lado. Y la acción política es decisiva, no solo para afrontarla, sino para erradicarla. A veces parece que lo importante no existe, porque las noticias que vemos a diario están más centradas en el 'toma y daca' de los de siempre, que en cuestiones vitales como el sufrimiento de la gente de a pie. Por eso decae el ánimo social, porque da la impresión de que quien debe impulsar la solución a los problemas, está lamiéndose sus propias heridas. Y aquí no vale con la acción de unos pocos. Todas las administraciones deben trabajar juntas para poder afrontar los obstáculos y los retos. La pobreza puede reducirse con más políticas públicas sólidas y colaborativas en materia de empleo, servicios sociales y educación. Y en la educación hago hincapié, porque la desigualdad también se combate desde las aulas, promoviendo una formación inclusiva entre los alumnos que pertenecen a familias en condiciones vulnerables. Estos niños merecen una atención especial y un impulso constante, para que no renuncien a sus sueños. ¡Qué importante aquí la labor del profesor vocacional! Por eso hay que mostrarles que tienen derecho a soñar. Es tiempo de acción y de líderes comprometidos con el ánimo social. Es el momento de los líderes auténticos. En la política, en el periodismo, en la empresa y en las instituciones. Porque lo de ser líderes a medias, ni nos conviene, ni funciona.