En Castilla y León se cultivan desde hace tiempo los micronacionalismos. León sueña con su independencia mientras Salamanca y Burgos, sin aspirar a tanto, examinan con recelo cualquier cosa que se haga o se diga en Valladolid. Sin olvidar que Segovia mira hacia Madrid y Soria hacia Zaragoza. Una amalgama muy escasa para una comunidad que presumía hasta hace poco tiempo de ser la más extensa de Europa, pero que necesita de un proyecto conjunto para encarar con certezas el futuro.
En una tierra donde duelen tanto las reclamaciones territoriales y económicas de los nacionalismos históricos, se cultiva muchas veces un apego insano al terruño, en apariencia alejado del que crece en Cataluña y País Vasco. Estas corrientes sobreviven en estos territorios desde hace tiempo alimentadas por las rivalidades políticas, aliñadas por las deportivas, entre otras. Y comparten el enemigo común, el causante de todos sus males y el objetivo de sus reproches más viscerales.
Tener siempre a Valladolid en la diana es imitar la forma de actuar de los nacionalismos excluyentes, que deberían representar para todos auténticas clases magistrales de lo que no se debe hacer. Ejemplos como el de las consecuencias del Brexit y de cómo parte de la población reniega ahora de los argumentos que les llevaron a apoyarlo deberían estudiarse ya en todos los colegios. Además, en un ambiente de tanta crispación política, de tan poca tolerancia a la discrepancia, debería imperar la máxima cautela en los responsables políticos, pero también en otros líderes de opinión porque cualquier chispa puede iniciar un incendio.
Lo ocurrido el pasado fin de semana en Burgos, donde la procedencia vallisoletana de Sergio pudo ser el detonante de una agresión mortal, ha hecho saltar todas las alarmas. La sinrazón de su agresor no tiene más culpables directos que él mismo, pero sí se podrían señalar motivaciones indirectas. Y de eso todavía se está a tiempo de reflexionar. Eso no implica no conservar las señas de identidad propia, las tradiciones de cada lugar y reivindicar mejoras para cada provincia y municipio. Pero exigir algo en defecto del vecino o culparle de sus problemas solo busca enmascarar las propias debilidades. Mejor aprender a convivir y respetar.