El ritmo de vida hiperactiva se ha generalizado, incluso para los habitantes de ciudades de tamaño medio como Valladolid. Las rutinas y obligaciones diarias fagocitan gran parte de nuestros días, lo que ha ido imponiendo importantes cambios en los hábitos sociales. Eso impacta, por ejemplo, en los horarios comerciales, que cada vez son más extensivos, no sin resistencia del pequeño comercio, para facilitar la conciliación de una parte de la población con horarios que se solapan con los comerciales. Una oferta que parece insuficiente a tenor de nuevas iniciativas de emprendedores que cubren las 24 horas.
En la capital, pero también en muchos pueblos, hay una amplia oferta de máquinas expendedoras. Lo curioso y donde se nota el cambio de hábitos y de necesidades es que ya no se limitan a la venta de bebidas o snacks. Ahora se ofertan productos para cubrir necesidades físicas, biológicas e incluso emocionales; y se ofrecen productos tan poco habituales como derivados del cáñamo, consoladores, albóndigas, cachopos o dúrum.
El horario ya no es obstáculo para satisfacer un antojo. Un cambio social más que se ha impuesto en esta sociedad acelerada: ahora lo quiero, ahora lo tengo que tener.
Frente a esta tendencia ha surgido la apuesta por la 'vida slow', que defiende una forma de afrontar el día a día de manera más pausada y consciente. Una opción de vida que lucha contra la pérdida de la capacidad de no hacer nada, de la vida contemplativa que ya defendían Platón y Aristóteles como vía para llegar al conocimiento, pero también a la felicidad. «Nuestra existencia está completamente absorbida por la actividad y, por lo tanto, completamente explotada», subraya el filósofo coreano Byung-Chul Han en su libro 'Vida contemplativa'. En el mismo, indaga en los beneficios, el esplendor y la magia de la ociosidad y diseña una nueva forma de vida, que incluya momentos contemplativos, con la que afrontar la crisis actual de nuestra sociedad y frenar nuestra propia explotación y la destrucción de la naturaleza.
Son muchos los que ya han desandado el camino, que ha aplicado una pausa al modelo frenético y han optado por reiniciar su vida. Esa opción no necesita de máquinas expendedoras 24 horas, pero sí valentía para eliminar necesidades superfluas y aprender a decir no a muchas exigencias que nos autoimponemos.