El cuento de la lechera ha dado lugar a una expresión popular, que se usa cuando alguien imagina o sueña algo muy difícil de alcanzar. Esto encaja a la perfección con el proyecto de integración de las vías del ferrocarril a su paso por Valladolid, que parece estar muy próximo a su segundo fracaso. El primero ya supuso una decepción total para una ciudad que soñaba con un gran bulevar surgido después de enterrar casi cinco kilómetros de vía. El pasillo verde que se generaría estaría adornado por nuevos barrios, incluido uno diseñado por el arquitecto inglés Richard Rogers, que dibujaba el nuevo skyline de la capital.
El gran proyecto, del que se vieron múltiples infografías y que contó con la tramitación urbanística completa, se fue al traste por el estallido de la burbuja inmobiliaria. El plan del Gobierno central, Junta y Ayuntamiento, durante casi dos décadas, era el de financiar las obras con la venta de los terrenos liberados. Todo se fue al traste y solo se pudo ejecutar una parte del proyecto, que incluía el túnel del Pinar y parte de los nuevos talleres de Renfe.
La falta de fondos obligó a repensar el proyecto. El Ministerio de Fomento ofreció en 2017, con Rajoy al frente del Gobierno, disolver la sociedad Valladolid Alta Velocidad (VAV), encargada de ejecutar las obras, o cambiar a la opción de la integración, más barata. Se optó por la segunda, que incluía que Renfe y Adif asumían la deuda de la VAV, salvo si se rompía el convenio. Una deuda que muchos han negado y que ahora aparece como un mal sueño.
Y es que siguiendo con las expresiones populares se podría aplicar la de que tanto va el cántaro a la fuente que se acaba por romper. La integración, que ya encaraba el grueso de su cronograma, la asumió la coalición de PSOE y VTLP, pero sus sucesores, PPy Vox, lo cuestionaron porque hicieron bandera política de recuperar el soterramiento. Unas divergencias que rozan lo rocambolesco por las carambolas políticas que llevaron a el exalcalde de la capital al Ministerio de Transportes. Y las divergencias se han enquistado tanto que han derivado en un requerimiento al alcalde para que cumpla el convenio o se disolverá la sociedad. Hasta ahora parecía un órdago, pero este jueves ya tomó forma en la reunión de la VAV. El plazo es un mes y la consecuencia final puede ser ni soterramiento, ni integración. Todo lo contrario a lo que debería ser la política: resolver los problemas de los ciudadanos y dejar los egos bien guardados.