La gestión de los recursos públicos es la principal encomienda de los políticos al frente de las administraciones. Una labor que estos días se ha puesto en entredicho por la incomparecencia o por la negligencia evidente a la hora de prevenir los efectivos catastróficos de la DANA y también por las decisiones posteriores a las horas más dramáticas en Valencia. Unas críticas que han puesto en entredicho el funcionamiento del Estado, desde el Gobierno central al autonómico e incluyendo los ayuntamientos. Entre los muchos cruces de acusaciones que se han producido entre los partidos políticos están las actuaciones presupuestadas y no ejecutadas, las olvidadas y quién se debe hacer cargo de otras.
Un debate interesante en un momento crítico para la elaboración de los presupuestos de 2025. En el caso del Ayuntamiento de Valladolid, el equipo de Gobierno está trabajando en el borrador de los mismos, pero ya se está poniendo la venda antes que la herida y apunta a la incertidumbre que le genera no contar con los del Gobierno central. Aunque quizás sea más complejo gestionar las peticiones de Vox, su socio, que ya ha puesto en serios apuros a la alcaldesa de Burgos.
Estos serán los primeros presupuestos que el equipo de Carnero pueda considerar netamente suyos, sin la influencia de la 'herencia recibida' de Puente. Aunque todavía arrastran grandes proyectos derivados del anterior mandato, como la rehabilitación del Teatro Lope de Vega y la conversión de Las Catalinas en un Centro del Vino. Por eso se esperan con interés porque certificarán el rumbo que quieren dar a la capital, al margen de las actuaciones comprometidas en movilidad.
Unas cuentas que también deberán tener en cuenta las demandas vecinales, que desde hace años tienen una vía de decisión a través de los presupuestos participativos, aunque es evidente que hay que mejorar su nivel de ejecución. Entre las peticiones de los barrios destacan algunas que se arrastran desde hace años, pero que son fundamentales para mejorar sus vidas: centros de vida activa, polideportivos, espacios verdes... Unas reclamaciones que sitúan a la política a nivel de calle, alejada de los rifirrafes en los debates entre los grupos, que casi hemos normalizado. Demandas de los ciudadanos que se deben escuchar y que no solo se deben plasmar en las cuentas, sino que se deben ejecutar.