No hay semana sin polémica y esta le ha tocado a la propuesta del Ministerio de Sanidad de prohibir fumar en las terrazas. El ruido que se ha generado en torno a esta iniciativa, y que distorsiona el debate, es muy poco constructivo. Sorprende que se pretenda que el centro de la cuestión sea si hay que consultar a los hosteleros para aprobar esta ampliación de los espacios libres de humos. También llama la atención que un contrapeso para llevarla adelante sea tener en cuenta los efectos económicos de esta restricción en la hostelería y no los importantes costes sanitarios que las enfermedades provocadas por el tabaco generan a las arcas públicas.
Vaya por delante que soy fumadora y que cuando en enero de 2006 se prohibió fumar estaba en el grupo de los que la consideraban una medida drástica. Pero el cambio se normalizó. Los fumadores aceptaron sin mayores problemas las restricciones y la hostelería no sufrió tantos perjuicios como aventuraban. Eso sí, desde entonces uno de los lugares donde más se fuma son las terrazas, que se convirtieron en el refugio de los fumadores. Ahora la propuesta de Sanidad se reactiva después de que una las medidas puestas en marcha durante la pandemia de la covid-19 fuera la prohibición de fumar en las terrazas. Una limitación que en Castilla y León se eliminó, pero que otras muchas regiones han decidido mantener siguiendo las recomendaciones de los especialistas médicos.
Cada vez son menos los que se aferran al fumar es un placer de Sara Montiel porque cada vez es más difícil negar la evidencia de que el tabaco mata. Las autoridades sanitarias certifican que es la causa en Europa del 82% de los cánceres de pulmón.
Este consumo también es un negocio, no solo para la hostelería, que amenaza con levantarse en armas contra el Gobierno. Las tabaqueras llevan tiempo intentando luchar contra estas limitaciones ofreciendo nuevos productos, bajo la premisa de que contienen menos nicotina y que, por tanto, son menos nocivos. Pero esta nueva regulación también apuntará a los dispositivos electrónicos liberadores de nicotina que han captado la atención de los más jóvenes. La lucha contra el tabaquismo, igual que contra otras drogodependencias, requiere de consenso social porque de lo contrario no se conseguirá el objetivo de proteger la salud. Y de momento el ruido que se ha generado ayuda poco a ello.