Nueve de cada diez ciudadanos consideran que existe mucha crispación en España, una situación por la que expresan preocupación, y piden a los políticos que tomen medidas y que lleguen a pactos de Estado. Este estado de ánimo nacional que sale de la Encuesta de Hábitos Democráticos, que ha hecho pública este jueves el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), debería encender las señales de alerta.
Es lógica la preocupación por la confrontación continua entre los partidos, sea cual sea el asunto a tratar, aunque esta semana hayamos vivido la excepción con el acuerdo entre las dos formaciones mayoritarias para eliminar el término disminuido de la Constitución. No debería ser un espejismo y tendría que marcar el camino a seguir porque solo con acuerdos se pueden resolver los problemas reales de los ciudadanos. Lo contrario lleva a políticas de 'tierra quemada' que generan inseguridad y desconfianza.
El referente social que son los responsables políticos y sus discursos se nota en la contaminación que se aprecia en los comportamientos de muchos ciudadanos. Los discursos excluyentes, los que más confrontación generan, se acaban trasladando al día a día. Otra encuesta del CIS conocida esta semana muestra que en España, el 44,1% de los hombres está «muy» o «bastante de acuerdo» con que se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres y ahora se les está discriminando a ellos. Un rechazo que en buena parte se fundamenta en la equiparación de estas políticas a la confrontación entre géneros, con más base ideológica que real. Sobre todo porque en esa misma encuesta se reconoce que en un día laborable las mujeres dedican más tiempo a las tareas del hogar que los hombres. Ellas destinan 172 minutos (casi tres horas) de media al día y ellos 126,76 minutos (dos horas largas).
Y lo mismo sucede con el rechazo a los diferentes. Los mensajes xenófobos están calando como lluvia fina en gran parte de la población. El último ejemplo, la movilización de algunos de los vecinos de la zona este contra el centro de refugiados que estaba previsto construir junto al hospital Río Hortega. La justificación: el miedo y la inseguridad, sin tener en cuenta principios como el de la solidaridad o un mínimo conocimiento del perfil de estas personas. Hay que tener cuidado con esos argumentos porque los pueden sufrir los mismos que los esgrimen. Puro matonismo de barrio.