Ahora que ya se ha terminado la época vacacional y todos volvemos a la rutina diaria del trabajo o de la jubilación, parece más necesaria que nunca nuestra labor de mantenimiento desde nuestro cuerpo hasta nuestra actitud vital.
También nuestra ciudad parece inmersa en esas tareas de mantenimiento -que merecen la implicación de todos- incluidas las peleas intestinas entre soterramiento sí o no. Quizás una consulta popular podría desgranar de una vez por todas qué desea la ciudadanía y que, con información solvente sobre su precio, decida cuánto está dispuesta a pagar para llevar a cabo su sueño de ciudad. Esto debe ser un proceso meditado y, sobre todo, bien informado, visualizado por medio de potentes maquetas, infografías, recorridos virtuales de los distintos proyectos acompañados de una estimación económica contrastada, que ya es factible realizar después de los ejemplos ya construidos en otras ciudades.
Parece necesario parar y meditar. No se pueden seguir realizando proyectos que hipotequen cualquier otra posibilidad, a salto de mata, de forma inconexa y con soluciones más que dudosas en lo hasta ahora realizado. Parece que los espacios del miedo en nuestro planeamiento urbanístico crecerán de forma notable. No podemos ser pobres a la hora de pedir, ni timoratos en nuestros esfuerzos. Es el futuro de nuestro Valladolid.
Hablando de mantenimiento, en el propio camino ferroviario surge otro punto de conflicto, y sobre la dicotomía entre los arcos de ladrillo. Uno haciendo gala a su nombre desde 1856. El otro, como ejemplo de la tosquedad en el diseño y ejecución de la mala obra civil, pero a resueltas de la estulticia, el rehabilitado, ver para creer.
Menos mal que Valladolid necesita de algo más que el ferrocarril. Sobre todo necesita estar limpia y cuidada, y los ciudadanos necesitamos una ciudad más verde, con más árboles que eviten las islas de calor y que nos hagan soportables los tres meses de infierno; por cierto, los árboles, como cualquier ser vivo, tienen un recorrido vital, haciéndose necesaria su sustitución de manera progresiva o, incluso, su talado buscando una ubicación más adecuada; siempre con la máxima de cinco plantados por cada uno talado.
Otros campos que admiten mejora van desde la señalización de los imbornales y su diseño para indicar a los numerosos propietarios de perros cuál es su sitio para defecar y resolver su recogida, hasta el control de la ocupación de la vía pública, en particular sus aceras frente a las terrazas, de manera que caminar por ellas o apearse del vehículo no sea un camino de obstáculos; o una mínima uniformidad en la escena urbana, incluido concurso de ideas para su diseño. Por no hablar de la señalética urbana, desde las señalizaciones de tráfico hasta los nombres de las calles y su disposición. Siempre merece la pena viajar; y no haría falta irse muy lejos para aprender de otros ejemplos singulares y notables; si carecemos de capacidad de inventar, siempre podemos copiar, si se hace con buen gusto.
Otro punto de singular trascendencia como no puede ser de otra manera son nuestros ríos y el desarrollo en su tránsito urbano de sus riberas. El Esgueva, como cauce artificial, es más doméstico y cuidado. Y el Pisuerga merece algo más, para incardinarse con ciudad y ciudadanía, como soporte lineal de equipamientos; en particular en la zona centro, donde añoramos nuestras piscinas Samoa y Deportiva, deseadas secuelas de un completo y moderno complejo deportivo que deviniere en incentivo para recuperar el centro como zona residencial. Su cauce soporta una notable actividad deportiva pero sus riberas merecen su recuperación como sendas o circuitos de paseo por el borde del rio.
Las labores de mantenimiento son fundamentales para el buen disfrute y una imagen atractiva de la ciudad. Un eje determinante es el Paseo Zorrilla, haciéndose necesaria una revisión del estado de los elementos graníticos que circundan los árboles de sus aceras, además de recuperar sus alcorques y mantener la limpieza necesaria frente a la plaga de palomas que tapizan las aceras de su porquería con demasiada frecuencia; e incluso una revisión general de su trazado, relación con carril bici, aparcamiento, transporte urbano, pavimentación, arbolado…
La ciudad nos necesita y nosotros a ella como espacio vital y de relación. En este empeño todos hemos de ser partícipes, desde nuestros pequeños gestos hasta el compromiso de nuestra sociedad civil con asociaciones de vecinos a la cabeza. Requiere respeto a unas mínimas reglas de urbanidad bajo el liderazgo y ejemplo de nuestro Ayuntamiento. Manos a la obra.