Nuestra ciudad plantea sus peculiaridades, que la convierten en singular, cuando protege su rico patrimonio edificado en su época floreciente, casi siempre intervenido por la Iglesia y las clases dominantes. Entre estas piezas envidiables se han colado con frecuencia y la anuencia de las condiciones del planeamiento vigente en cada momento; los sucesivos planes generales de ordenación urbana, conocidos por sus siglas PGOU, han permitido dentro del casco histórico una anarquía de alturas y sus derivadas: una estridente fractura de la línea de alero y la desagradable visibilización de un sinfín de medianeras al descubierto.
Esta situación bien merece una sosegada tormenta de ideas para pergeñar una solución, que en buena parte de los casos debe ser singular ante la variopinta casuística que veta la universalidad de una única receta que dé solución a cada caso.
La ciudad de Barcelona el año pasado planteó un concurso internacional de ideas para jóvenes arquitectos con resultados muy interesantes. Los requisitos de los proyectos perseguían varios objetivos, a saber:
- Nueva composición de fachada.
- Adecuación constructiva y de comportamiento térmico.
- Mejora de la habitabilidad de las viviendas, con apertura de nuevas ventanas o balconeras.
- Adecuación del patio.
- Integración de jardinería vertical.
Hace ya unos años apareció una cátedra de la madera, a modo de las actuales, sin catedrático al frente. Sin perjuicio de la designación siempre polémica, reivindico la promoción de algún concurso interesante, aprovechando nuestra Escuela Técnica Superior de Arquitectura y la generosidad, compromiso y esfuerzo de sus estudiantes. Podría ser el primer eslabón de lo que será buena parte de su devenir profesional: concursar, esa actividad en la que el galardón no siempre recae en el mejor, sino en el ganador a juicio de una serie de valoraciones, a veces tan sui generis.
De allí surgieron ideas interesantes que durante mucho tiempo han decorado la entrada al salón de actos del Colegio de Aparejadores y quizás sea el momento de retomar aquella idea -la cátedra de la madera- para aportar a nuestros munícipes soluciones o, al menos ideas, para nuestras medianeras omnipresentes en nuestro paisaje urbano.
Para ilustrar con imágenes este discurso, traemos, en primer lugar, a nuestra particular Torre de Regalado, 13, en pleno casco histórico; semejante artefacto aprovecha el retranqueo de su alineación para elevarse vez y media el ancho de la calle en su fachada y ceder a la contemplación del viandante todas sus medianerías sin ningún decoro. La legalidad de su licencia en absoluto legitima esta aberración urbanística.
Otro caso flagrante es la medianera de Angustias 7 y 9, y su avistamiento desde la Bajada de la Libertad. Hace años en alguna Seminci se utilizó como pantalla de proyección. En la actualidad, en los días nublados es imperceptible, pero contra el azul del cielo, recorta el fondo del edificio a modo de muralla.
Tibios intentos de abordaje de nuestras amplias y variadas medianeras se han producido, a través de la obra de grafiteros de reconocido prestigio, con resultados desiguales; en el haber de esta cuenta, cabe citar el grafiti que cubre el testero de López Gómez, 24, y en particular el situado bajo el Arco de Ladrillo en su salida del paso peatonal bajo las vías, con sus ballenas adiestradas para su contemplación, destinado a convertirse en una pintada original.
También la fachada de Materia, 4, que vuelve al inicio de Panaderos en su salida de Plaza España, gozó de un fingido durante unos años y al fin obtuvo su licencia para abrir luces a lo que fue su medianera, que ahora vuelca al espacio público y recupera su derecho a la apertura de huecos que componen una fachada nada desdeñable.
Nuestra ciudad hizo sus pinitos con la cátedra de la madera y como un compromiso más con la urbe construida, es una necesidad su regeneración. Ahora que estamos inmersos en un frecuente tratamiento de la envolvente para garantizar su mejora en el aislamiento térmico, estas medianerías, como parte importante de esa envolvente a regenerar, merecen un tratamiento estético que contribuya a la mejora de la imagen de la ciudad y su corolario de benéfica contemplación del paisaje urbano.