Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


Los lunes al sol

03/02/2024

La película 'Los lunes al sol' de Fernando León de Aranoa puso el foco en 2002 en el drama que representa el desempleo, que se agudiza cuando coincide con el último tramo de actividad profesional. La gran pantalla mostraba en aquel año con toda su crudeza esas vidas silenciadas protagonizadas por el colectivo de mayores de 45 años, que una vez expulsados del mercado laboral se encuentran con todo tipo de obstáculos para reincorporarse. Pero la vida supera muchas veces a la ficción y la situación, lejos de mejorar, se ha agudizado. 

El colectivo representa hoy en Valladolid seis de cada diez desempleados. El impacto que la pérdida de puestos de trabajo tiene en la vida de estos parados es difícilmente imaginable para los que estamos inmersos en la rutina laboral diaria, aunque el fantasma del desempleo esté presente. Las consecuencias no son solo económicas, también son psicológicas y sociales, y además de la exclusión laboral también se acercan a la social.

En un contexto político muy complejo, donde hay poco espacio para la reflexión y el análisis de los problemas sociales, se hace urgente poner medidas para evitar la cronificación de estas situaciones y las desigualdades sociales  que genera. No se trata solo de aprobar subsidios o ayudas, que agudizarían la creencia popular del abuso de las 'paguitas' y las prestaciones sociales. Estos subsidios son importantes, pero también son necesarios programas efectivos de formación y reciclado para unas personas que, en su mayoría, acumulan un bagaje laboral importante. El sistema productivo no se puede permitir prescindir sin más de muchas de ellas porque implica que las empresas se queden sin referencias para los empleados más jóvenes.

Además, supone una merma para la recaudación de las arcas del Estado porque estas personas deberían estar contribuyendo al sistema de pensiones, que bastante mermado está, para tener un horizonte de jubilación digno. El escenario de más de 35 años de cotización también les deja fuera de estas prestaciones y los aboca a cobrar una pensión no contributiva, que se dibuja insuficiente para garantizar la autonomía económica. Una situación de incertidumbre que comparten con los más jóvenes, que ahora tardan más en incorporarse a la vida laboral y también atisban ese mismo problema.