La sobrecualificación se ha convertido en un problema social. ¡Quién nos lo iba a decir! No hace tanto tiempo que el sueño de todas las familias era que alguno de sus hijos consiguiera una titulación universitaria. El diploma era una carta de ascenso social que casi aseguraba un buen trabajo. Ahora, por contra, España es el mercado laboral de la Unión Europea con la mayor tasa de trabajadores con una titulación universitaria. Se ha generado tal sobreoferta que esto provoca que muchos solo puedan optar a trabajos que no requieren tanta cualificación. La frustración y desmotivación se generaliza entre estos trabajadores que no ven colmadas las expectativas que se les habían vendido.
Este escenario, que no es exclusivo de nuestro país, tiene otra consecuencia bastante preocupante: no hay relevo generacional en los oficios o en determinados sectores como el pequeño comercio. Esta es ya una realidad que se vive en Valladolid, donde la sangría de negocios cerrados no solo se debe a la crisis económica, sino también a que muchos jóvenes no encuentran motivación para regentar negocios rentables, que desaparecen y dejan sin servicio a los vecinos. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el caso de los alfareros de Portillo, que han intentado poner en marcha un programa de aprendices para intentar pasar el testigo de un oficio que no quieren que desaparezca con su generación.
La tesitura es compleja, pero parece evidente que la inflación de universitarios que aspiran a triunfar en su ramo está generando vacíos laborales con graves consecuencias sociales. De momento, el problema no ha llegado a eclosionar porque muchos veteranos de estos sectores dilatan su jubilación a la espera de un milagro que no llega. En parte, lo hacen por responsabilidad, pero no deja de sorprender que también lo hagan porque aseguran que son trabajos gratificantes y donde ellos han sido felices.
Todo es cuestión del color del cristal con el que se mire, pero parece evidente que hace falta una reflexión global para no convertir las universidades en fábricas de titulados frustrados. El sistema educativo se está intentando adaptar con la mejora de la oferta de la Formación Profesional, pero ahora hay que recorrer el camino inverso con esta opción hasta hace pocos años infravalorada e incluso denostada.