José Antonio de Santiago Juárez

La Cencellada

José Antonio de Santiago Juárez


Puente de Poniente

24/05/2024

Desde hace algún tiempo, la reforma del puente de Poniente está siendo objeto de debate político y crítica severa por la oposición municipal, lo esperado. El primero que abrió fuego fue el medio ministro de Transportes, medio líder de la oposición municipal y gran gestor de cercanías, Óscar Puente, al considerar un despilfarro innecesario dedicar cinco millones a mejorar esta infraestructura, olvidando los 350.000 euros que costó la actuación de Jason Derulo o los ocho millones que comprometió para los Goya. Cuestión de prioridades.
El exalcalde nunca prestó demasiada atención a mantener y mejorar los puentes de la ciudad que, sin duda, han sido los responsables de superar definitivamente la barrera del Pisuerga. Durante los veinte años en la alcaldía de Javier León de la Riva se construyeron tres nuevos puentes y dos pasarelas peatonales, mientras que durante los ocho años de Óscar Puente no se hizo ninguno. Sumen, multipliquen y dividan y verán que el resultado es una goleada a favor del primero: una actuación relevante cada 1.460 días frente a ninguna en 2.920 días. En honor a la verdad, he preferido no recordar el desastre de la reforma de las aceras del puente Mayor, que fue una de las obras, y cuidado que hay para elegir, más chapuceras de la época del segundo.
Además del debate político, me ha llamado la atención la cantidad de espacio que está ocupando esta obra en los medios de comunicación. Siendo exagerado y afectuoso, me han venido a la memoria las miles de páginas que dedicó un magnífico profesional y buen amigo a cada una de las traviesas que iban acercando la llegada del AVE a Valladolid, por lo que le apodé, con mucho respeto, aprecio y cariño 'Julito Traviesas'. Lo de amigo, lo digo con cierta cautela, después de la enigmática afirmación de la ministra Ana Redondo sobre que «los periodistas no son amigos, somos su comida». No quiero imaginar una 'Grande Bouffe' en ciertas redacciones. Un horror, sobre todo si no eres uno de los comensales.
El puente de Poniente se inauguró en 1960 y mide 99 metros de largo, nada comparable con la distancia entre Garcillán (Segovia), donde se colocó la primera traviesa del AVE, y la estación Valladolid-Campo Grande. Además, según contaban las crónicas, traía el futuro a la ciudad. Algo similar se dijo el 20 de febrero de 1855, cuando los pucelanos recibieron la noticia de que la ciudad había conseguido la adjudicación de la línea del ferrocarril. Estoy convencido de que lo mismo se dirá cuando se soterren las vías del tren.
Las noticias que se han venido publicando sobre la reforma del puente del Poniente, además de abundantes, son confusas y contradictorias. Quizás, fruto de una filtración, interesada y malintencionada, de un proyecto equivocado o de una fuente turbia; quizás, por un fallo del Ayuntamiento al informar sobre el proyecto o quizás, por algún despiste periodístico. Desde el día del Patrón ya conocemos el proyecto, parecía interesante hasta que el artista, Plensa, renunció. Rápidamente, el pendenciero y diplomático Puente habló del «ridículo mundial de Carnero». Me preocupa, él en estos asuntos es un experto.
Mun, la perrita de mi hija, con quien paseo por las Moreras, mientras nos observa como un gigante el puente, me susurra que hay plaga de garrapatas y que el agua jabonosa no tiene ninguna eficacia frente a ellas, que estas son peligrosas para los dueños de las mascotas y que coincide con el informe del Procurador del Común en el que insta a los ayuntamientos a que vigilen el mantenimiento de los solares no construidos, los terrenos abandonados y los jardines descuidados. Continuaré paseando con ella, es sabia.