El otro día mantuve una charla navideña con Mun, la perrita sabia de mi hija, y Sol, la gatita de la que creo que yo soy su mascota. No mantienen buena relación, están muy polarizadas. Normal, están contagiadas del momento de la sociedad española.
Las dos, que forman parte del clan familiar, fueron adoptadas hace años, en el entorno de la Navidad, aunque estas fiestas no las hacen demasiada gracia. Mun, que la encanta callejear, estos días prefiere no salir a la calle. No la hace feliz tanto agobio de gente con bolsas, tantas luces de colores, tanta bulla y tanto petardo. Esto último no lo digo por la gente, o quizás también. Sol, que la divierte mirar desde la terraza, pues como buena felina es un poco fisgona, con el frío prefiere dormir al calor de la chimenea. Mi casa no tiene, pero imaginándola el artículo queda mucho más navideño.
La charla giró sobre asuntos de actualidad. Aunque no saben leer, están bien informadas por la tele y la radio, detestan las redes sociales y han abandonado X. Son fans de Vicente Vallés y, a la hora de su informativo, no están para nadie más. Las elecciones presidenciales norteamericanas las han tenido muy entretenidas, aunque al final han quedado decepcionadas. No entienden cómo Trump, un millonario psicópata, vengativo y profundamente mentiroso, puede ser presidente de EEUU y nombrar un gobierno tan extravagante, entre los que destaca Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, que se hará cargo del Departamento de Seguridad Nacional y quien mató a su perro Cricket de un balazo por mal comportamiento. Tengo la impresión de que Sol y Mun envidian a Socks, el gato callejero, negro y blanco, que Bill Clinton, en su época de presidente, dejaba campar a sus anchas por el despacho Oval; y a Major, el pastor alemán de Biden, al que finalmente tuvieron que sacar de la Casa Blanca por su mal carácter. Lo que habrá tenido que aguantar el peludo…
Quieren que las haga socias del Sporting Benimaclet, ya que el equipo femenino del club, durante la gota fría valenciana, ha utilizado el campo de fútbol como protectora improvisada para rescatar mascotas y buscarlas un nuevo hogar. Viendo las primeras imágenes de la tragedia, Sol y Mun se acurrucaban con espanto y sobrecogidas entre mis piernas y me miraban asustadas pidiendo una explicación. Ahora las gusta que las enseñe imágenes de la cuenta de Instagram 'Perros desaparecidos riada 2024' y se sienten orgullosas de la labor que han hecho los perros policía buscando supervivientes y desaparecidos. Aplauden el seguimiento que están haciendo la mayoría de los medios de comunicación para que no se olvide esta catástrofe. Elogian el comportamiento de los Reyes, la solidaridad de la sociedad civil y a los alcaldes de los pueblos afectados. Por lo contrario, no soportan a Mazón, quien solo ha mostrado prisa para pactar con VOX para ser presidente; ni a Sánchez, cuyo pecado original de investidura lo pagamos todos a diario. No tienen nada claro que para la reconstrucción se haya tenido que recurrir a los militares. No son muy amigas de lo políticamente correcto. Estoy con ellas.
Están disgustadas conmigo porque en mi reciente artículo sobre 'La soledad no deseada', no me referí a cómo esta afecta también a las mascotas. Me explican que muchos abandonos se producen por dejarlas muchas horas solas, lo que las hace ser ariscas con sus dueños, empujando a estos a deshacerse de ellas. Me piden que traslade a los lectores que, durante estas fiestas, no regalen mascotas como si fuesen un juguete, que luego, pasados unos meses, se aburren de ellas y las abandonan. Por favor, no lo hagan. Feliz Navidad.