Hace calor, mucho calor. No se trata de ser alarmista, ya que algunos dirán que estamos en agosto y es lo que toca. Pero los cambios son evidentes y el incremento de temperaturas, que antes era extraordinario, se está normalizando. Tanto que las olas de calor y las alertas por temperaturas extremas se repiten y casi se solapan.
Los expertos llevan años advirtiendo de que, si no se toman medidas inmediatas contra los efectos del calentamiento global, el clima del país se asemejará al de Marruecos a mediados de este siglo. El cambio climático es ya un problema real, que pocos pueden seguir negando. Sus efectos se dejan sentir en todas las estaciones y afectan a sectores clave como la agricultura, pero también al turismo, ya que cada vez son menos los visitantes que se atreven a visitarnos cuando los termómetros están por encima de los 40 grados.
Esto ha motivado que el Ministerio de Sanidad haya activado el plan nacional de actuaciones preventivas de los efectos del exceso de temperatura sobre la salud. En el caso de Valladolid, la alerta llega cuando el termómetro alcanza los 36 grados centígrados. Una situación que se ha repetido en las últimas semanas. Esto es de vital importancia para los que desarrollan su trabajo en la vía público, como los operarios de las múltiples obras que pueblan este mes las calles de Valladolid. Pero también tiene un impacto importante en la salud general. En concreto, en la provincia, han fallecido más de 550 personas desde 2015 por motivos vinculados a las altas temperaturas, según los datos del sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), perteneciente al Instituto de Salud Carlos III.
Unos datos que obligan a un cambio estructural, tanto político como social, para no seguir avanzando a velocidad de crucero hacia la desertificación de Castilla. Y una vez más, los estudios científicos avalan que no es catastrofismo, y deberían animar a los ciudadanos a esos cambios de hábitos. Algunos son tan simples como utilizar menos el coche privado en los desplazamientos en ciudad. Valladolid es una ciudad que se puede recorrer sin problema a pie o gracias al transporte público. Pero también hay iniciativas como las de optar por vehículos eléctricos de uso compartido que rebajan las emisiones contaminantes. Son gestos fáciles, que unidos a otras políticas públicas pueden suponer un gran cambio.