Castilla Termal no para y abrirá su séptimo hotel en Valencia

Óscar Fraile
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La cadena inaugurará en breve un balneario en Brihuega (Guadalajara), el año que viene otro en Peñaranda de Duero (Burgos) y en 2025 llegará a Valencia. Sin detenerse ahí, ya planea dar el salto internacional a Colombia y Portugal

Instalaciones de Castilla Termal Olmedo, el primero de los hoteles que abrió la cadena. - Foto: Castilla Termal

Corría el año 2003 cuando un joven Roberto García decidió volver a su pueblo, Olmedo, para poner en marcha el negocio que desde hace años le rondaba la cabeza: un hotel termal. Por entonces no tenía ni 40 años, pero ya atesoraba una vasta experiencia en el sector. Después de estudiar Turismo en Canarias, continuó su formación en Reino Unido y Alemania, antes de volver a España, donde, a pesar de su juventud, acabó dirigiendo dos gigantes del sector, como los balnearios de Mondariz y La Toja, ambos en Pontevedra.

Y cuando parecía tenerlo todo, y un futuro más que prometedor por delante, dio un doble salto mortal en su carrera profesional para empezar de cero en su pueblo. Vendió todo lo que podía vender, pidió ayuda a familiares, amigos y compañeros de profesión y llamó a la puerta de muchos bancos hasta conseguir la financiación que necesitaba para convertir el viejo convento mudéjar de Sancti Spiritus, ocupado hasta 1956 por las monjas bernardas, en un balneario que hoy es una de las señas de identidad del pueblo.

Así nació Castilla Termal, una cadena hotelera que no ha dejado de crecer en sus casi 20 años de vida. A la apertura en Olmedo en 2005 siguió la de Burgo de Osma (Soria) en 2010, en las instalaciones de la antigua Universidad de Santa Catalina. En 2012 la compañía asumió la gestión del balneario de Solares, en Cantabria, como paso previo a la apertura en 2015 del que hoy sigue siendo su buque insignia: el situado en Valbuena de Duero, el primer balneario de cinco estrellas de Castilla y León. 

Superado el bache de la pandemia, la maquinaria sigue funcionando a pleno rendimiento.En breve la cadena estrenará su quinto hotel en la localidad de Brihuega, en Guadalajara. Y lo hará en la antigua Real Fábrica de Paños del siglo XVIII, tras una inversión de más de 18,5 millones. Castilla Termal continúa así con la filosofía de abrir sus hoteles termales en edificios históricos, casi todos Bienes de Interés Cultural (BIC). El año que viene, si todo va como está previsto, le tocará el turno al Palacio de Avellaneda, en Peñaranda de Duero (Burgos), con otros doce millones de inversión. Y también está cerrada la inversión, para 2025, que permitirá convertir el Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, cerca de Gandía (Valencia), en el séptimo hotel de una cadena que ya está haciendo los primeros movimientos para iniciar su expansión internacional. Y, aunque todavía no hay nada cerrado, es muy probable que la primera parada sea Portugal. «Es un país espectacular, tenemos que estar ahí clarísimamente», dice el propio García, presidente de la compañía. «Y quizá también en América», añade. Ese 'quizá' no es una mera declaración de intenciones. De hecho, Castilla Termal ya está colaborando con una empresa en ese país con la intención de liderar allí algún proyecto más adelante, sin olvidar su hoja de ruta en España, que incluye más aperturas en el norte y el sur del país.

La intención de la cadena es tener 14 hoteles abiertos en el año 2030, con una inversión global acumulada de 150 millones. Con la inminente apertura de Brihuega, ya son 80 los millones invertidos hasta la fecha, un dinero que ha servido para la recuperación de muchos edificios históricos que, en algunos casos, tenían un claro riesgo de deterioro por abandono. «Poner en valor el patrimonio es una forma de vida para mí», dice el responsable de la empresa.

Desde que en 2005 García comenzó su aventura en solitario, el crecimiento de Castilla Termal ha sido sostenido. Los inicios no fueron fáciles. Se encontró con muchas puertas cerradas cuando pidió ayuda e incluso desde su propia familia le transmitían dudas por jugárselo todo a una carta. Un miedo racional que él también tuvo por momentos, pero que nunca llegó a eclipsar la ilusión por un negocio en el que siempre confió. Actualmente la cadena ya ronda los 40 millones de facturación, una vez superado el bache de la pandemia, que, como sucedió con el resto del sector, fue extremadamente duro. Y con 450 empleados. «Nos golpeó en la línea de flotación y tuvimos una caída tremenda, pero ya estamos por encima de las cifras precovid… hemos resurgido con más fuerza», dice.

Reinvertir y diversificar

Hay dos factores que han sido claves en esta trayectoria: la política de reinversión de los beneficios y la de diversificación de negocio. Respecto al primero, el presidente reconoce que «si quieres hacer algo bueno, hay que invertir» y recuerda que un hotel «está vivo» y es necesario inyectar dinero continuamente para que esté en perfectas condiciones. García también destaca otras líneas de negocio que hoy siguen siendo minoritarias, pero poco a poco van adquiriendo más protagonismo. Por ejemplo, la elaboración del vino Converso en sus instalaciones de Valbuena, a lo que hay que añadir una línea de cosméticos en Olmedo, la elaboración de miel en la misma localidad y la inversión en las exclusivas gallinas negras castellanas. «Solo hay dos mil y pico ejemplares en todo el mundo, y nosotros tenemos más de 30», asegura.

Es la filosofía de un empresario que iba para economista y que siempre se ha dejado llevar por la inquietud de explorar terrenos desconocidos para él. «El empresarios tiene que tener una visión atrevida, con prudencia, pero siempre hay que avanzar», finaliza.

«Nos gustaría más ayuda del sector público»

Roberto García está convencido de que su actividad empresarial, más allá de la rentabilidad que tiene para él, cumple una función social fundamentada en dos aspectos: la recuperación del patrimonio y el apoyo a la conocida como España vaciada, puesto que todas sus apuestas empresariales se sitúan en zonas rurales. Sin embargo, el empresario echa de menos un respaldo por parte de la Administración que esté a la altura de su apuesta, siempre arriesgada. «Nos gustaría contar con más colaboración a la hora de desarrollar una labor que es importante para el desarrollo económico, y no porque creamos que somos mejores que nadie, sino porque lo que hacemos es una forma de poner en valor el patrimonio, crear riqueza en las zonas rurales y ayudar a fijar población», explica. No es que Castilla Termal no haya tenido ayudas públicas, sino que García considera que empresas como la suya, que ayudan a solucionar problemas tan acuciantes como estos, especialmente en Castilla y León, deberían tener más reconocimiento. «No he notado todo el apoyo que creo que nos merecemos, porque no es lo mismo hacer un hotel en una gran ciudad que hacerlo en un sitios como Brihuega», finaliza.