Ignoro cuántas páginas de los libros de Historia ocupará Leonor de Borbón, cuyo destino más previsible es no reinar hasta dentro de veinte años, en su caso. Ahora, la princesa de Asturias vive su última semana de intenso protagonismo antes de regresar a ser, durante meses, la cadete Borbón Ortiz, iniciando una nueva etapa de la que será una larga formación y de aprendizaje personal. Pero sí sé que Pedro Sánchez Pérez Castejón va a acaparar en las próximas semanas, y me parece que en los próximos años, muchas portadas. Y que la Historia le tratará como a un personaje insólito, desconcertante: el que, apoyado en fuerzas republicanas, fortaleció la Monarquía; el que, aupado por declaraciones que luego contradeciría, ocupó el poder y permaneció en él en un trayecto político sin precedentes.
Tampoco sé, claro, cuántos de los ciento setenta mil militantes censados del PSOE votarán 'sí' esta semana a la pregunta propuesta por Pedro Sánchez acerca de si respaldan el acuerdo con Sumar y también respaldan lograr 'el apoyo de otras formaciones políticas' para alcanzar la mayoría necesaria que logre la investidura del propio Sánchez para que pueda seguir en La Moncloa.
De lo que sí podemos estar seguros es de que una militancia fiel y entregada, como se mostró el sábado en el comité federal del partido, respaldará muy masivamente --¿ochenta por ciento? Eso barajan-- la propuesta del secretario general. Pongamos, en un cálculo aproximado y optimista, que cosecha ciento treinta mil 'síes'. La España de los ciento treinta mil que impone su criterio quizá a otros millones de españoles, a los que nadie les consulta, en cuestiones discutibles y que hace apenas unos meses resultaban impensables en la gobernación del país. Y conste que no hablo solamente de la hasta este sábado palabra maldita, 'amnistía', porque la cosa va más allá, mucho más allá. Incluso llega hasta la forma del Estado.
Los historiadores del próximo futuro tendrán no poco trabajo para explicar a sus lectores cómo un Gobierno respaldado por fuerzas fuertemente antimonárquicas y llegado al poder como llegó en su día, protagonizó el acto de jura de una Constitución que entronizaba como heredera de la Corona a la joven primogénita del Rey, fortaleciendo de alguna manera la actual forma del Estado. Y ello precisamente en un día en el que la mencionada militancia socialista, de alma sin duda poco afín a las testas coronadas, votaba una propuesta de gobierno que, aunque sin citarla, incluye la amnistía y el regreso a Cataluña de, entre otros, un personaje que trató, sin éxito, de dar un golpe de Estado contra el Reino de España convirtiendo a Cataluña en una República independiente.
Esta es, pues, una semana realmente clave. Sánchez comienza la recta final hacia su cada vez más probable investidura --¿en la semana del día 6? ¿En la del 13?-- cabalgando a lomos de los ciento treinta mil 'síes' militantes a sus proyectos, luego sacando adelante 'su' ley de amnistía, que tampoco conocemos ni conoce la militancia del PSOE, y luego 'legalizando' públicamente al fugado en Waterloo, donde presumiblemente el ex president ya no permanecerá mucho tiempo. Así que los historiadores, cuando hablen de esta peculiar semana atravesada por un 'puente' festivo --qué bien aprovecha el hábil Sánchez el vacío de los 'puentes'--, habrán de mezclar la figura de Leonor de Borbón con la de Pedro Sánchez. El hombre que, les guste a ambos o no, la respaldará al menos en sus primeros pasos hacia una Jefatura del Estado que está lejana y quizá algo incierta, sí.
Incierta, entre otras cosas, porque esos aliados de su 'apoyo' Sánchez tratarán de boicotear en lo posible el futuro acceso al trono de la joven que este martes jura solemnemente una Constitución a la que no siempre respeta escrupulosamente el entorno de Sánchez.
Toma contradicción a añadir a la lista. Menudo mes de noviembre nos viene encima. A nosotros y a los historiadores, los pobres.