Ángeles de la guardia en el mar

SPC-Agencias
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El Servicio de Salvamento Marítimo trabaja a diario para auxiliar, y en muchos casos salvar la vida, a los miles de desplazados que intentan arribar a las costas españolas en su diáspora desde África

Ángeles de la guardia en el mar - Foto: Elvira Urquijo A.

Su día a día está lleno de rostros que hablan de miedo, de sufrimiento y desesperación. Es el drama humano de las miles de personas que intentan dar el salto a Europa desde África. Hombres, mujeres e incluso familias que se aventuran a cruzar un mar amenazante de noche, en embarcaciones que hacen agua, con hambre y sed, asumiendo un envite a todo o nada. 

Pero no están solos, tienen también sus ángeles custodios. Blas Ruiz Méndez es uno de ellos. Comenzó a trabajar para Salvamento Marítimo hace casi 20 años y la actualidad es capitán de la nave Salvamar Spica, con base en el puerto de Almería, una experiencia que le permite asegurar con rotundidad que «no hay que irse a Italia o a Grecia para que ocurra una desgracia» vinculada a la inmigración irregular. 

«Está ocurriendo aquí, y lleva ocurriendo muchísimos años. Y, por lo que veo, seguirá sucediendo muchísimos más», asevera a la vez que muestra su sorpresa por el desconocimiento general de la actividad de este organismo dependiente del Ministerio de Transportes, así como de la realidad migratoria.

Considera que «no se le presta mayor atención» a la llegada de pateras y al rescate de sus ocupantes, una tarea que supone una parte importante de la actividad de la Salvamar Spica, que debe realizar «misiones de lo más variopintas», desde recoger unas palmeras que son un peligro para la navegación, a esta importante labor humanitaria.

«No hay grúa, ambulancia o bomberos. En el mar no hay prácticamente de nada. Así que tienes que cubrir un poco todos los campos». La embarcación cuenta con un mecánico y dos marineros. Este equipo auxilia a las embarcaciones precarias que están a la deriva, ya sea porque se han quedado sin combustible o porque han sufrido un fallo en el motor. 

Lo que nunca existe es un «rescate tipo». «Si la patera tiene 10 personas, no suele haber problemas, pero si lleva a 90, es muy complicado. Al final tienes que jugar un poco a ser Dios y decidir quién vive o quién muere, porque si tienes a 10 personas al lado y a un niño a pocos metros, no puedes cogerlo hasta que saques a los otros 10», reconoce.

El equipo funciona como un engranaje bien engrasado, y en condiciones idóneas una intervención puede ser cuestión de minutos. El mayor riesgo es que, en caso de que la patera no se haya hundido, los ocupantes de un lado intenten subirse «de golpe» en la nave de Salvamento Marítimo, lo que puede provocar que vuelque.

Cuatro horas desde Argelia

Años atrás, casi todos los migrantes que llegaban a Almería eran subsaharianos. Desde poco antes de la pandemia, ese flujo «se cortó radicalmente» porque la mayoría optó por la ruta de Canarias, y en esta provincia ha aparecido una inmigración de argelinos diferente.

«Ya no llevan unas embarcaciones precarias, ni las sobrecargan tanto. Son súper rápidas y pueden hacer un viaje desde Argelia en cuatro horas. Los descargan y se van. Son los taxis patera», abunda.

También se mantiene un flujo de marroquíes, explica, pero los magrebíes en general tienen una conducta distinta a la de los subsaharianos. Mientras que estos últimos buscan ser rescatados y alertan ellos mismos cuando tienen cobertura y se quedan a la deriva, en el caso de los extranjeros del norte de África «parece, entre comillas, que no quieren que se les preste ayuda».

La jornada de trabajo de estos hombres de la mar es diferente, porque además de sus ocho horas diarias reglamentarias, tienen que estar disponibles las 24. «Obviamente, no sabes cuándo va a saltar una emergencia», sostiene.

Por ejemplo, a 30 nudos de velocidad media, alcanzar una patera que esté a unas 15 millas náuticas puede suponer unos 35 o 40 minutos. «Cuando la gente tiene realmente problemas en el mar, las cosas ocurren en mucho menos tiempo, para bien o para mal», lamenta.

No oculta que le «pagan» por su labor, pero admite que «podría hacerlo gratis, perfectamente». «Como todo en la vida, tiene su parte buena y su parte mala, porque a veces hay cosas que no puedes evitar», apunta. «Te acuerdas de todos los que no eres capaz de conseguir salvar, pero sin embargo, es muy difícil que te acuerdes de uno que hayas rescatado». Es la triste paradoja de los ángeles de la guarda que velan en el mar por vidas que navegan en el filo de la navaja.