Maite Rodríguez Iglesias

PLAZA MAYOR

Maite Rodríguez Iglesias

Periodista


El espejismo de la igualdad

08/03/2024

El artículo 14 de la Constitución dice que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. La Carta Magna lo coloco como un derecho fundamental, pero su desarrollo posterior y aplicación corresponde a los responsables políticos y, de manera indirecta, a la propia sociedad.
En estos momentos este principio está en entredicho desde muchos frentes. Por un lado, el acuerdo de la coalición de Gobierno con los nacionalistas catalanes para la aprobación de la ley de amnistía tiene en contra los argumentos de muchos juristas que apelan precisamente a que se quiebra esa igualdad. Una polarización que se extiende también a muchos ciudadanos que se sienten agraviados por esa discriminación de trato.
Un sentir que no es tan general en otras situaciones como las derivadas de la raza o el lugar de nacimiento de la persona, pero que ha llegado al nivel de enconamiento en el del sexo, ampliado ahora al género. Al margen de relatos, discursos y planteamiento políticos, la igualdad entre hombre y mujeres, por simplificar, sigue siendo una entelequia. Los motivos son muchos y muy diversos, la mayoría plenamente identificados. El techo de cristal o la brecha salarial siguen vigentes. Hay que reconocer que se ha mejorado. ¡Faltaría más!  Pero siguen a unos niveles que exigen medidas más realistas y efectivas, que deberían estar fuera del debate político.
Hay que recomponer el consenso social de avanzar hacia la igualdad real. La aspiración no puede ser un espejismo puntual, no se debe quedar sólo una declaración de intenciones. Es necesaria la voluntad real de cambiar y eso tiene que calar en la sociedad. Yen los últimos años más que en un objetivo se han convertido en un objetivo controvertido. Se han producido confrontaciones incluso en los propios movimientos feministas, que tienen la representatividad, pero muchas veces han pecado de perder de vista la realidad. Eso se ha traducido en una desafección hacia el feminismo, que se ha vapuleado por asociación a determinadas políticas. La esencia de este movimiento, que nació en el siglo XVIII, es luchar por la igualdad, se pueden cuestionar las medidas elegidas para lograrla, pero negar la evidencia es empeorar el problema.