Hace ya mucho tiempo que la proximidad de la Semana Santa me suscita un sentimiento de expectación muy particular. Y es que cada vez estoy más convencido de que, con independencia de la legítima perspectiva con que cada uno lo contemple, la Semana Santa tiene una dimensión de identidad en cada sitio donde se celebra, y lo tiene con un alcance antropológico y social poco comparable al de otras celebraciones. En efecto, las perspectivas son bien variadas: la religiosa, en primer lugar, porque ese es el origen, no discutible, de la celebración; pero también la cultural y artística, en la que se incluye lo estético, e incluso lo turístico, entendido todo esto como disfrute de una manifestación llena de tradición y significado que atrae a gentes de toda condición dispuesta a admirar lo que en muchas ocasiones constituye un verdadero espectáculo.
Esa función identificadora a que me refería se aprecia bien comparando distintas celebraciones. La Navidad, por ejemplo, tiene un alcance prácticamente uniforme; habrá, sin duda, costumbres locales que se mantienen, pero la simbología imperante (árboles, belenes, luces, actos sociales y familiares, etc.) es similar en todos los sitios, y cada vez más idéntica. Con la Semana Santa ocurre algo distinto: las imágenes, el estilo procesional, los ritos y las tradiciones, tienen un arraigo local muy particular y son diferenciables de un sitio a otro, de una ciudad a otra, de una comarca o región a otra. Lo que quiero decir es muy perceptible en España, de una región a otra; los dos ejemplos más significativos, que, a estos efectos, son Castilla y León y Andalucía, sin desmerecer otros lugares, lo expresan bien. En cada uno de ellos se trasluce una forma de ser perfectamente identificable. Pero también entre ciudades y pueblos de nuestra Región hay manifestaciones de una misma celebración muy expresivas del carácter y de la identidad. Cualquiera que haya visto una procesión, por ejemplo, en Zamora y en Valladolid, y se haya fijado, lo habrá percibido con claridad.
Pues si es así, que hay un elemento de identidad en la celebración de la Semana Santa entre nosotros, valoremos su significado, ya que no andamos sobrados al respecto.