Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


A cinco años de la pandemia

17/03/2025

Mucho se ha recordado, aunque quizá no lo suficiente, que ahora hace cinco años nuestra vida se vió profundamente alterada por algo que para nada habíamos previsto, porque pensábamos que en una estado tan avanzado de la civilización como el que gozábamos, sería imposible que ocurriera. Las pandemias eran cosa del pasado, de las películas de la Edad Media, de otros continentes, como mucho, de aquella gripe de 1918 que, tras una tremenda guerra, se extendió por doquier, aniquilando pueblos enteros. Pero es que entonces no había medios sanitarios avanzados, ni vacunas adecuadas, ni comodidades como las que ahora disfrutábamos. Nos considerábamos perfectamente a salvo y absolutamente inmunes a penalidades de tal naturaleza.
Pero ocurrió. Aquellas semanas de marzo, con el estado de alarma declarado el día 14, confinados en casa, viendo en la televisión el horror que se iba acumulando en las residencias de ancianos, en los hospitales, en los tanatorios, y en tantos lugares improvisados, empezamos a ser conscientes de la vulnerabilidad y a sentirnos débiles. Aquel tiempo sin mascarillas, sin vacunas, con cifras espeluznantes de afectados y fallecidos, no fue un episodio de una serie de ciencia ficción. Simplemente, ocurrió.
Han pasado cinco años y no está muy claro que el inmenso compromiso social que invadió nuestro entorno y nos alcanzó a todos haya dado los frutos debidos.  Cuando salíamos a los balcones a aplaudir a los sanitarios, cuando empezamos a poder salir a pasear por horas, por turnos, por edad y por espacios, todos, absolutamente todos, teníamos claro que si esto volvía a pasar deberíamos estar más preparados. Con residencias de ancianos convenientemente dotadas y organizadas, con medios disponibles, con protocolos adecuados en las instalaciones hospitalarias, etc.
Y queremos pensar que algo habremos avanzado; o sea, que deberíamos saber si algo hemos avanzado. Sería éste un buen momento para hacer una reflexión sobre ello. No solo para recordar; también para preguntar y para responder. Porque somos muy olvidadizos, especialmente de lo que no queremos recordar aunque no podamos descartar que vuelva a ocurrir.