Veinte años del último coletazo de ETA

Óscar Fraile
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La banda terrorista colocó una bomba en los baños de la cafetería La Banqué, en la Plaza Mayor, el 6 de diciembre de 2004, aunque el artefacto solo produjo daños materiales

Un policía revisa el local bajo la parte del techo desprendida tras la explosión de la bomba. - Foto: J. Tajes

Era la hora del vermú de un nublado día de diciembre. Un lunes más que pasaba sin pena ni gloria hasta que la banda terrorista ETA avisó al diario Gara de la colocación de siete bombas en lugares céntricos de otras tantas localidades. Una fatídica lista en la que se encontraba Valladolid, además de Santillana del Mar (Cantabria), León, Ávila, Ciudad Real, Alicante y Málaga. El periódico recibió el aviso en torno a las 12.30 horas y desde entonces se montó un dispositivo para localizar un artefacto que estalló en los baños de la cafetería La Banqué a las 13.30 horas. 

Como en el resto de los casos, se trató de una bomba de escasa potencia. Tanto, que el por entonces alcalde de la ciudad, Francisco Javier León de la Riva, señaló que nadie la había escuchado. No hubo heridos, porque la zona se había acordonado antes. Sí que se produjeron daños materiales en el baño del local, que estaba situado en la planta superior, y en la vivienda que había justo encima, propiedad del dueño del negocio.

La fecha elegida por la banda terrorista tampoco fue casual. ETA se decantó por el Día de la Constitución Española para lanzar un aviso de que, a pesar de los golpes recibidos, seguía con vida. El por entonces delegado del Gobierno en la Comunidad, Miguel Alejo, tardó pocas horas en confirmar que en todos los casos las investigaciones apuntaban a comandos itinerantes que no estaban instalados en ninguna de las ciudades donde se registraron las explosiones. Lo cierto es que, 20 años después, todavía no conoce con certeza quién puso esa bomba en Valladolid.

Francisco Javier León de la Riva y Miguel Alejo eran alcalde y delegado del Gobierno, respectivamente, en diciembre de 2004.Francisco Javier León de la Riva y Miguel Alejo eran alcalde y delegado del Gobierno, respectivamente, en diciembre de 2004. - Foto: J. Tajes

Por entonces ETA llevaba cerca de un año y medio sin atentar y, en principio, nada hacía prever que Valladolid fuera uno de sus objetivos, aunque la historia de la banda estuviera salpicada de atentados en muchas zonas de España, aparte del País Vasco.

Lo cierto es que aquella bomba se convirtió, a la postre, en el último coletazo de ETA en Valladolid. Fue el tercer y último atentado después del perpetrado el 7 de agosto de 1991 en las vías de tren de Olmedo y el del 18 de diciembre de 1995 en una estación de servicio de Cubillas de Santa Marta. En ambos casos fueron bombas de escasa potencia que casi ni causaron daños materiales.

Pero ahí no acaba la huella de ETA en Valladolid. En 2001 la banda reclutó a Mikel San Argimiro Isasa ('Mikelín') y Balbino Sáenz Olarra ('Ermilo'), que llevaba diez años escondidos en México, para que operaran desde Valladolid como parte del Comando Txirrita. Y una de sus misiones fue hacer un seguimiento de León de la Riva, como el propio exalcalde recuerda. «Cuando se supo, el Ministerio del Interior me dijo que tenía que estar protegido por la Policía», señala. Una supervisión que ni siquiera cesaba cuando veraneaba en Suances, aunque el por entonces alcalde ni era consciente de ello. «La Guardia Civil me vigilaba sin que yo lo supiera», sostiene.

Antes de la explosión, la Policía buscó el artefacto en los contenedores del entorno.
Antes de la explosión, la Policía buscó el artefacto en los contenedores del entorno. - Foto: J. Tajes

Del día de La Banqué, De la Riva recuerda que la primera información que le llegó, errónea, fue que la bomba estaba en la cafetería Lion D'Or. «Fue un día en el que estuve perfectamente coordinado con el delegado y el subdelegado del Gobierno, Cecilio Vadillo. Este último también rememora la «preocupación y el miedo» de ese día. Y un trabajo intenso para evitar que hubiera víctimas. Pasado el susto, Vadillo recuerda que ese día se inició una estrecha relación de amistad con los dueños de La Banqué que hoy en día perdura. No hay mal que por bien no venga.