«Aquí he cumplido un sueño de niño con el que salí de Burundi»

David Aso
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«En 1996 participé en una conferencia en la UVa y tuve suerte de que mi historia llegara al corazón de un profesor», relata Dieudonné Nimubona, que se formó como ingeniero agrónomo y tiene una empresa en Valladolid con la que ayuda a su tierra natal

020425JT_0051.JPG - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: 28
Profesión: Profesor y empresario del sector agrario
Comida y bebida favorita: Lechazo y agua
Rincón favorito: Iglesia de La Antigua

Dieudonné Nimubona Rukundo (Rutana, Burundi, 1973) tenía «siete u ocho años» cuando sembró un «sueño» nada común para un niño, «mejorar las técnicas de agricultura», para aliviar el trabajo que veía hacer a una de sus abuelas con la azada. Hoy es profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de la UVa en Palencia, y además tiene una empresa (Nirudi) que presta asesoramiento tecnológico y mediación comercial en la compra de maquinaria; actividades que le brindan la oportunidad de contribuir al desarrollo de África, y especialmente de su tierra natal. Sobre todo por un proyecto de formación para la creación de cocinas solares, dado que el uso excesivo de leña «está dejando sin árboles» su país, y por otro con el que espera facilitarle la exportación de aguacate. Gracias a esa labor trata de forma directa con el actual presidente de Burundi, pero no siempre tuvo tan buenos contactos.

Allí llegó a empezar la carrera de Agronomía, pero ya con 19 años tuvo que huir de la guerra tras el asesinato del primer presidente elegido democráticamente por los burundeses, Melchior Ndadaye. Lo mataron el 21 de octubre de 1993, mientras Dieudonné estaba en un internado a 120 kilómetros de su pueblo, y tanto él como sus compañeros se convirtieron en blanco de los tutsis, que veían un «riesgo» en los estudiantes hutus por verlos como los dirigentes de mañana. Escaparon con lo puesto hasta cruzar a pie la frontera con Tanzania semanas después. 

En Tanzania estuvo con Médicos sin Fronteras en un campamento donde ayudó a otros refugiados. Sobrevivió de milagro a la malaria y el cólera, enfermedades mortales si no se tratan a tiempo, y más si se sufren a la vez como en su caso. El siguiente milagro vino seguido: un voluntario de la ONG, de Barcelona, le ayudó a volar a la Ciudad Condal en mayo de 1995 e iniciar los trámites para pedir asilo. Aprendió español en medio año, y aprovechando su amigo, el neurocienfífico Salvador Nos, que se iba a trabajar al IOBA en Valladolid, éste le facilitó participar en una conferencia en la UVa. «Tuve suerte de que mi historia llegara al corazón a un profesor», Ignacio Bustamante, de la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola, y así terminó estudiando aquí en 1996.

Ya en 1999 conoció a una vallisoletana que se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijos, que ya tienen 16, 20 y 22 años, y aunque todavía completó sus estudios en León, regresó a Valladolid en cuanto tuvo oportunidad, en 2002. «Aquí soy uno más, puede que quiera más a esta tierra que mi mujer», valora. La tierra en la que cumplió su sueño, y desde la cual ayuda a la que le vio nacer.