Años en Valladolid: Siete.
Profesión: Técnico de mantenimiento de equipos industriales.
Comida y bebida favorita: Lechazo y vino de Cigales.
Rincón favorito: El centro de valladolid capital.
La de Roger Arébalo Villarroel (Cochabamba, 1985) es una historia singular, movida y nada fría, salvo por el clima de la mayoría de lugares donde ha vivido. «El número 3» de cinco hermanos, hijo de «padres muy viajeros», dejó Bolivia en 2003 junto con el resto de su familia para asentarse en Soria. Entonces ya tenía 18 años y allí, en un destino casi ajeno al boom migratorio que empezaba a cuajar en otros puntos de España, conocería a la que hoy es su esposa, colombiana, con la que formó otra familia numerosa: una niña y dos niños que ya tienen 12, 13 y 9 años. Pero antes de que llegaran los peques a este mundo tuvo tiempo de rodar durante casi un lustro por ciudades como Oslo, Estocolmo o Londres, seducido por la «aventura» de «buscarse la vida», tirando de trabajos de hostelería y construcción con un «inglés básico»; hasta regresar a Soria con 25 años, estudiar un módulo de FP de mantenimiento de equipos industriales y, en 2017, toparse con una oferta de trabajo en Renault que fue la que le llevó a Valladolid. Curiosamente, la tierra donde peor lleva el frío.
«Es verdad que en Soria la temperatura es más baja y en Noruega o Suecia la nieve te puede llegar al pecho, pero te abrigas y no lo pasas tan mal, mientras que aquí la humedad parece que se te mete en el cuerpo y te remata», apunta. «Me abrigo más en Valladolid que en cualquier otro lugar donde he vivido», pero no deja de ser en éste donde ha imaginado el mejor destino posible para su familia. «Cuando llegué me impactó la cantidad de bares y restaurantes que hay, las zonas verdes, los parques infantiles, escuelas, universidades… veo futuro para mis hijos», aprecia. Aunque le gustaría que la provincia tuviera un transporte público como el de Estocolmo y su entorno, donde «puedes ir en metro, autobús o barco las 24 horas del día, sin preocuparte de frecuencias de paso y con el mismo billete». «Valladolid capital es perfecta para moverte, ni pequeña ni grande», matiza, pero Roger depende del coche sobre todo por falta de horarios de bus para ir al trabajo, y especialmente desde que en 2019 cambió Huerta del Rey por Fuensaldaña, cuando además su empresa actual está en Laguna de Duero.
De Bolivia, por cierto, «lo único» que echa de menos son «las comidas típicas». Este pasado verano regresó por primera vez con su esposa y sus tres hijos, pero sólo de vacaciones. Ya no se ve viviendo allí 21 años después de haber empezado a echar raíces en tierra castellana y teniendo a padres y hermanos en Soria, aunque sus experiencias y los contactos que mantiene por otros puntos de Europa le llevan a no aventurarse a dar por hecho que Valladolid será su último destino.