Con la erupción del volcán de La Palma, rescatamos del olvido a los geólogos, esa profesión que estudia la composición, estructura, dinámica e historia de la Tierra. Algo que para casi todo perro pichichi es un arcano, y que estos profesionales tratan de desentrañar. Pues bien, la gran pregunta de los medios era cuánto tiempo iba a durar la erupción del Cumbre Vieja, cuyos damnificados –tres años después- siguen reclamando las ayudas prometidas, que no terminan de llegar. Al principio, geólogos y sismólogos eran muy prudentes. Había que recopilar datos, interpretarlos, calcular el volumen de lava expulsado, los gases, los temblores y analizar antecedentes de otras erupciones para dar una primera respuesta. Que esto es ciencia, ojo, no ideología ni bulos difundidos por ministros zoquetes.
A las pocas semanas, los especialistas avanzaron que el fenómeno duraría unos tres meses. Lo clavaron: fueron 85 días. Del 19 de septiembre a 13 de diciembre. Ahora, hemos tenido que echar mano de nuevo de ellos para que nos expliquen cómo pudo producirse el descomunal argayo de la AP66 en Pola de Lena, que de manera milagrosa no causó víctimas pero ha obligado a cortar la autopista durante más de dos semanas para retirar miles de metros cúbicos de tierra, piedras y rocas. Desde el miércoles la vía ha quedado expedita con tres carriles entre Asturias y la Meseta, pero se sigue trabajando en el Huerna para estabilizar la ladera.
Los geólogos señalan que no influyó tanto en el desprendimiento la composición de la roca –pizarra y arenisca- como la fracturación existente en el terreno, conocida por los técnicos. En función de esa inestabilidad, muy favorecida por las lluvias, se opta por un tratamiento adecuado. Un estudio de la Universidad de Oviedo recoge que entre 1980 y 2019 el Principado registró más de 3.000 argayos que causaron 28 accidentes mortales y 70 heridos. Por ello, se han elaborado mapas de riesgo y se reclaman planes avisos a la población, con alertas similares a los incendios forestales. Prevenir, siempre, es lo más efectivo, ante el agua, el fuego o las rocas.