Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Vinos y rosas

05/09/2024

Parece que la carcoma de la inflación anda de capa caída este otoño, con el petróleo moribundo y el euribor menguando. No está mal para la vuelta al cole, pero no olvidemos que los datos de inflación son de crecimiento interanual o intermensual: si tomáramos una horquilla de dos o tres años nos podríamos caer de espaldas. La postpandemia y el conflicto ucraniano han elevado los precios de modo abominable.

Puede que ahora pasemos a la siguiente casilla, ésa en la que los bancos centrales reducen el precio oficial del dinero bajando el tipo de interés al que prestan a los bancos comerciales. Y más allá de los índices de expectativas como el euribor o de los precios que cotizan, como la energía, está por ver que se genere un flujo de contención o de bajadas de precios. Lamentablemente este no es un mundo de precios bajos ni los márgenes ayudan a que lo sean. Papá Estado, con su maquinaria infernal de recaudación de impuestos, hace el resto.

Viene esto a cuento de los grandes debates con los que hemos recibido septiembre a "porta gayola": en un régimen de opinión pública que parece tener a la marmota de Pensylvania como autoridad prescriptora, el de la economía doméstica no es un debate suficientemente extendido ni tan recurrente como sería de desear. Dicho lo cual, volvamos al principio: ¿es demasiado tarde para que las bajadas de tipo hagan efecto? Desgraciadamente muchos creen que sí porque avizoran un ralentí que es mucho más que un "slow motion": se habla de decadencia de la economía americana y alemana, las dos locomotoras que tiran del carro de la economía occidental. Es como si el remedio hubiera llegado tarde y como si el recurso al abaratamiento del dinero de nada sirviera para enfriar el acalorado mercado inmobiliario.

Que sea más barato pagar la hipoteca no significa que sea más económica la vivienda y ése lastre sigue operando sobre la propiedad y sobre el alquiler. Y a partir de ese desajuste todo lo demás carbura peor. Así que aunque septiembre venga con bajadas de tipos en Frankfurt y en Washington crucemos los dedos para que no se nos caiga encima una recesión de esas que dejan el cuerpo hecho unos zorros. Y todo por no saber ponerle fin a tiempo a los días de vino y rosas.