Juan Manuel Valentín Tejero es otro hombre. Su imagen ya no tiene nada que ver con la que se fabricó durante meses para el día de su excarcelación, sabedor de que le esperarían las cámaras. A estas horas, ya no tiene esa larga barba y esa melena canosas.
Fuentes cercanas a este caso apuntan a que el asesino de Olga Sangrador se rapó y afeitó pocos minutos después de su salida de la cárcel. Lo que parece claro es que en el tren que le llevó desde Manzanares hasta Madrid, ya no era el mismo melenudo que no tuvo problemas en dejarse hacer fotos durante 18 minutos y que solo le lanzó un suave reproche a los periodistas cuando se metió en la cabina: «Os voy a denunciar a todos. Esto es mi vida privada».
Antes de subir al tren o dentro del mismo servicio del vagón, se autodesmontó su última imagen pública. Sin las melenas, sin la barba... y sin esa barriga artificial que con ropa bajo la cazadora.
No está en Valladolid. Y con esa nueva imagen bajó del tren en una estación madrileña y en la capital ha dormido los dos últimos días. De él nada se sabe en Valladolid. Ni en La Victoria, donde solo conserva un local que está en alquiler, ni en Santovenia donde vive uno de sus hijos y una hermana que, al parecer, nada quieren saber de él. En prisión, por ejemplo, llevaba años sin que nadie le visitase. Ahora es libre, y ya no tiene disfraz.