«Hay que evitar el cierre de más farmacias rurales»

Óscar Fraile
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El nuevo presidente del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid, Rafael Martínez, incide en que «los pacientes de los pueblos deben tener una asistencia farmacéutica tan buena como la de alguien que viva en el centro de Valladolid»

El presidente del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid, Rafael Martínez. - Foto: Jonathan Tajes

Rafael Martínez se convirtió el pasado 28 de abril en el nuevo presidente del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid después de imponerse a la candidatura presentada por Almudena Sánchez. En realidad, los próximos cuatro años serán de continuidad para él, toda vez que era el secretario de la anterior junta directiva, que estaba presidida por Alejandro García, que ahora pasará a ser el secretario. Uno de sus objetivos pasa por que las farmacias recuperen la importancia que tuvieron durante la pandemia, tanto desde el punto de vista sanitario como social, y que él considera que ha ido cayendo en el olvido. Pero, sin duda, uno de sus grandes retos será encontrar las fórmulas para hacer viables las farmacias rurales que se desangran al mismo ritmo que lo hace la población de esos pueblos.

¿Por qué ha decidido dar el paso de ponerse al frente del Colegio? ¿Cuáles son sus principales objetivos?

Por compromiso con la junta saliente. El objetivo es retomar el pulso de los farmacéuticos y representarlos más en conjunto, es decir, hacer una junta de gobierno más homogénea y que todos podamos tener algo que decir. Hay proyectos que tienen que abarcar ocho años, por eso, como grupo, tenemos las miras puestas en otros cuatro años más, para rematar todo lo que se ha hecho e intentar cerrar filas con las asociaciones de pacientes. Por otro lado, queremos buscar una salida para las farmacias rurales, que, por temas demográficos, lo están pasando muy mal. Algunas empiezan a no ser autosuficientes. Para evitar cierres que ya ha habido, hay que buscar acuerdos con la Administración para encontrar una solución.

¿Qué han hecho en este sentido?

Hemos hablado con la Diputación, que se ha portado muy bien, en la medida de sus posibilidades. Pero tenemos que llamar a otras administraciones para buscar acuerdos. Porque los pacientes que hay en esos pueblos, que suelen ser muy vulnerables, mayores, o gente que vive sola y no puede salir fácilmente de casa, debe tener una asistencia sanitaria y farmacéutica tan buena como la del que vive en el centro de Valladolid.

¿Cómo se podría conseguir que esas farmacias rurales sean viables económicamente y más atractivas para los profesionales?

Esa es nuestra idea, que sean viables cuanto más tiempo, mejor, y atractivas para los farmacéuticos. Tenemos muchas ideas. Por ejemplo, existe una posibilidad, que son los pagos por servicio, un acuerdo al que ya ha llegado la Diputación de Palencia con los farmacéuticos. Esto consiste en que a los pacientes más vulnerables se les puede preparar algo que llamamos SPD, servicio personalizado de dispensación, que consiste en un blister en el que el paciente no tiene que ir cogiendo las cajas de medicamento, porque ahí ya tiene los del desayuno, comida, cena y los de antes de acostarse. El problema que tenemos en los pacientes mayores es variado. Hablamos de malnutrición, errores en la medicación, falta de adherencia, etcétera. Son problemas que el farmacéutico está muy capacitado para detectar, así como las dificultades para que alguien viva solo. Nosotros podemos darles la medicación personalizada para que les sea más fácil cumplir las pautas, y eso se puede hacer en pacientes puntuales, con un pago por servicio, ya sea el interesado o la Administración. También hay otras posibilidades, como control de hipertensión, de glucemia en diabéticos, etcétera. Esto ya está implementado en otros sitios. Un concepto más asistencial de farmacia, donde acuda el paciente cuando tenga cualquier problema, como sucedió en la época del covid. Incluso para pedirle una cita con el médico. Por eso hace falta una colaboración mucho más cercana entre médico, enfermería y farmacia.

Una colaboración que no siempre ha sido fluida...

En el entorno rural, sí, porque ahí es mucho más fácil hablar con el médico o la enfermera de cualquier problema que tenga el paciente. En el entorno urbano y semiurbano es más complicado porque hay más volumen de trabajo y no lo tenemos estandarizado. Tiene que haber una línea de comunicación propia entre enfermería, medicina y farmacia, porque en el centro tiene que estar el paciente. Una persona puede ir a una farmacia desde Urgencias con una receta y debe ser el farmacéutico el que tiene que coordinar los medicamentos que toma, porque el médico probablemente no le vea hasta dentro de dos o tres días. Pero a veces nos es imposible contactar con él. Hay un sistema a través de la receta electrónica, pero no hay feedback. Nosotros vemos cuándo ha visto el módulo de prescripción del paciente, pero él no puede enviarnos una nota. El sistema está capado.

Uno de los primeros deseos que expresó tras ganar las elecciones es conseguir que la farmacia comunitaria «vuelva a ser una opción atractiva para los jóvenes titulados». ¿Por qué no lo es?

Hay que intentar que los farmacéuticos no titulares vean la oficina de farmacia como una salida digna. En general, los salarios son ajustados a lo que es la empresa privada, porque el convenio es el que es, y los horarios son malos. Si vienes a las ocho de la tarde, ahí estamos, a las diez de la noche tenemos farmacias de guardia y a las tres de la mañana, al menos hay tres abiertas cualquier día. Pero, si conseguimos que la farmacia tenga una buena viabilidad, los no titulares pueden arriesgarse a comprarla. Tenemos que coordinarnos y hacer una tormenta de ideas sobre esto. También se puede implantar, por ejemplo, una carrera profesional o una serie de méritos que sean valorables. En Valladolid ya tenemos una comisión de recertificación donde los farmacéuticos que quieran pueden pedir que se valoren los cursos y años trabajados. Pero esto es a nivel privado. El objetivo es que la Administración reconozca la carrera profesional y, por tanto, una retribución mayor si se tienen determinados méritos.

Según las últimas memorias anuales del Colegio de Farmacéuticos de Valladolid, en los últimos años se ha producido un pequeño goteo de cierres. ¿Les preocupa?

¿A quién le preocupa que cierre una farmacia? Primero, al farmacéutico, que se queda sin trabajo. Cuando un profesional gana más trabajando para otro que para él mismo, pasan estas cosas. Y pasan a menudo. Pero la tragedia no es solo para el farmacéutico. Lo es también para ese pueblo de 300 o 400 habitantes que no saben qué hacer cuando esto pasa.

¿Y qué se suele hacer para paliar ese déficit?

Normalmente las que cierran se convierten en botiquines. Y está bien que así sea, porque eso hace que se incremente el número de pacientes de la farmacia más próxima. La diferencia entre una farmacia y un botiquín es que la primera tiene un establecimiento físico y el segundo es un espacio que cede el Ayuntamiento para que trasladen allí los medicamentos desde la farmacia más próxima. El botiquín también está atendido por un farmacéutico, pero no está allí todos los días, ni tiene allí el mismo volumen de medicamentos. En resumen, es un servicio desde una farmacia próxima. No cabe otra opción en pueblos que van quedándose absolutamente despoblados. En cualquier caso, en la provincia de Valladolid todo el mundo tiene una farmacia a menos de media hora de coche.

El Consejo Mundial de Farmacia y la Agrupación Farmacéutica Europea alertaron a finales de enero del incremento de problemas de desabastecimiento de medicamentos. ¿Hasta qué punto se está dando en Valladolid?

Es un problema que llevamos observando desde hace unos años. Puede ser que no haya para nadie o que haya escasez. En el segundo caso, el laboratorio puede acordar con la sanidad española o la de Castilla y León el reparto casi con nombres y apellidos. Cuando no hay suficiente, a veces hay otros países que pagan más por esos medicamentos. Es un tema comercial de los laboratorios, y hay que entender que se deben a sus accionistas. No son una ONG.

¿Qué motivos hay para llegar a ese punto de desabastecimiento o escasez de un fármaco?

En ocasiones hay problemas de fabricación por la propia materia prima. Hace seis u ocho años cerró la última planta que fabricaba Paracetamol como producto químico en Europa. Ahora se hace en países más baratos. A veces los problemas geopolíticos también influyen. El hecho de que en el Mar Rojo haya problemas de piratas y guerras y no puedan pasar los barcos, afecta al suministro. Al final no sabes nunca lo que está sucediendo. Lo que ves es que no hay suficiente medicamento. También nos estamos encontrando con el mismo problema con productos sanitarios que no son medicamentos. Por ejemplo, determinadas bolsas para ostomías y recogida de orina de pacientes sondados.

El sector farmacéutico ha pedido en reiteradas ocasiones poder tener acceso al historial médico de los pacientes. ¿Por qué lo consideran tan necesario?

Cuanto más vulnerable es el paciente, más importante es. No se hace por protección de datos, pero hay que tener en cuenta que los datos no son de la Administración, del médico ni del farmacéutico, son del paciente. Si ellos nos dan permiso para acceder, no veo por qué no podemos hacerlo. El sistema debería ser abierto, a discreción del paciente. No queremos un acceso indiscriminado.

¿Cree que vivimos en una sociedad sobremedicada? ¿Qué papel pueden jugar los farmacéuticos en este problema, si considera que lo es?

En varios estudios se puede comprobar que siempre que ha intervenido un farmacéutico en el seguimiento farmacoterapéutico de un paciente, por lo general, toma menos medicamentos que cuando no se hace ese seguimiento. Y parece que eso es ir contra nuestro negocio, porque solo vivimos de vender medicamentos, pero lo que queremos es que el paciente esté bien. Pacientes que, a fuerza de venir a la farmacia habitual durante años, son vecinos y amigos. Y queremos que vivan muchos años. Priorizamos la salud al negocio. Yo siempre les digo a mis pacientes que mi objetivo es que sigan viniendo a por medicamentos cuando tengan 160 años.

Otra de las aspiraciones que tienen las farmacias es asumir un papel más protagonista dentro del sector sanitario. ¿Cómo?

La farmacia es el mejor establecimiento sanitario para controlar a personas que tengan problemas cognitivos o que viven solas. Deberían tener un contacto cercano con el asistente social y podrían hacer un control de la medicación.