Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Cincuenta años ha

03/02/2025

Un día de esta semana que entra, pero hace cincuenta años, se decretó el cierre de la Universidad de Valladolid para lo que restaba del curso académico 1974/75. La decisión se tomó por el Ministerio de Educación el día 7 de febrero, y se ejecutó al día siguiente, una vez comunicada a las autoridades académicas y gubernativas. Fue sin duda un hecho insólito, que causó enorme conmoción y preocupación en la sociedad vallisoletana de entonces; y no sólo en ella, pues entonces el distrito universitario de Valladolid se extendía por el País Vasco, Cantabria y Burgos, que hoy tienen sus propias universidades, además de por Palencia, pues ni Soria, ni Segovia estaban incorporadas.
El motivo puntual tuvo que ver con un incidente en la facultad de Medicina, donde le fueron lanzados unos huevos a quien entonces era rector de la Universidad. Pero siempre se pensó que el verdadero motivo era otro, de más calado. Vivía por entonces Valladolid una situación complicada, con un clima social ciertamente tenso. Además de la intensa y frecuente agitación universitaria, había conflictos laborales muy relevantes en los sectores del automóvil y la construcción, dos sectores muy significativos en la economía local. Esa confluencia de estudiantes y obreros resultaba alarmante para el régimen de entonces y  se quiso frenar la escalada con una medida que sirviera a la vez de escarmiento aquí y de aviso allá. Quienes lo decidieron no debieron pensar que perjudicaban especialmente a un grupo social del nivel medio y alto, que era el que tenía mayor presencia en las aulas, y que no era en general el más opuesto al sistema; tanto es así, que autoridades e instituciones nada sospechosas hicieron «pronunciamientos razonablemente críticos» con la medida, solicitando su revisión.
Iniciaba yo  en aquel momento mi recorrido académico. Unos cuantos profesores, de mayor o menor rango, decidimos continuar la actividad en modo alternativo. Con los estudiantes que permanecían aquí y no se habían ido a su lugar de origen pusimos en marcha aquella inolvidable «Universidad paralela». Les dimos clase y les examinamos extraoficialmente en locales parroquiales, sótanos de bares y lugares así. Fue una experiencia única. Porque también la nostalgia nos ayuda a saber de dónde venimos.