Me fascina la capacidad del ser humano para vincularse, casi sin sentido, a ciertos momentos y ciertas personas, sin importar nada ni nadie o como quien dice 'hasta perdiendo los papeles'. Me fascina la capacidad que tenemos de, por unos instantes, a veces días e incluso semanas, olvidarnos de los grandes desafíos y problemas; lejanos, cercanos y cotidianos, por vivir momentos colectivos de gloria. Me fascina como incluso más allá, en esos momentos, se nos olvidan nuestras diferencias; grandes o pequeñas, todas, y somos capaces de aunarnos para mostrar nuestro apoyo o nuestro rechazo.
En este año por ejemplo llevamos unos cuantos momentos gloriosos, gracias al deporte; subida a primera del Real Valladolid, España ganar la Copa de Europa y en breve lo viviremos con los Juegos Olímpicos. Y ahí vienen las eternas preguntas: ¿qué tiene especialmente el deporte que nos hace vibrar y olvidarlo todo? ¿Por qué no somos capaces de sentir y hacer lo mismo en los momentos más relevantes porque nos afectarán directamente o incluso en los que nos lo jugamos todo? ¿Qué hace que nos vinculemos o no en cuerpo y alma a algo?
No dejo de pensar en las imágenes que esos momentos nos han dejado; ciudades enteras volcadas, millones de personas saliendo a la calle a mostrar su adhesión y alegría máxima incluso sin ser realmente aficionados el resto del año, pero sin embargo sintiendo la necesidad de sumarse a la alegría colectiva y hacer cosas que respecto a otros temas jamás harían. Jóvenes, por fin jóvenes sumándose sin diferencias algunas a celebrar con quienes se sienten identificados.
Hay muchas investigaciones sobre este tipo de conductas alrededor del deporte y de otros entornos, pero lo que está claro es que esa adhesión máxima tiene que ver principalmente con compartir los mismos valores y con sentir el orgullo de pertenencia y/o representatividad.
Como miembro del jurado de los premios Princesa de Girona que reconocen el talento y valores de jóvenes referentes, un año más tuve la responsabilidad de, junto a otros grandes profesionales, seleccionar al joven referente en la categoría empresa, Antonio Espinosa de los Monteros, fundador de Auara y Linux con el fin solucionar grandes desafíos de la humanidad, que al recibir el premio decía: nada es inmediato, lo que de verdad merece la pena lleva tiempo y muchísimo esfuerzo, los problemas no se solucionan con la queja sino con la acción.
Si ya prácticamente el deporte es lo único que nos hace levantarnos de la silla y sentir orgullo y representatividad, a lo mejor como sociedad 'nos lo tenemos que hacer mirar'. Cuando sabemos y no paramos de decir en todos los foros y entornos que, hoy ante los grandes y verdaderos desafíos de la humanidad, sólo podemos avanzar si nos unimos y en alianza con los demás, ¿por qué luego no lo hacemos?
La adhesión no es gratuita, la adhesión se gana y requiere ante todo autenticidad y credibilidad, junto con rigor, compromiso, determinación, visión y muchas dosis de valentía.
Este fin de semana un grupo de 14 deportistas representará a Castilla y León en los Juegos Olímpicos de París 2024; dos jugadoras de la selección española femenina de balonmano, Mireya González y María Prieto O'Mullony, en el tiro con arco, Pablo Acha y en atletismo, diez atletas, Mario García Romo, Marta García, Lorena Martín, Abdessamad Oukhelfen, Dani Arce, Marta Pérez, Águeda Marqués, Óscar Husillos, Eva Santidrián, Ibrahim Chakir, el jinete Borja Carrascosa, y además el vallisoletano Javier Revuelta como presidente de la Federación Hípica Española.
Todos ellos nos harán vibrar junto con el resto de numerosos deportistas españoles durante semanas. Ojalá que la fascinación, el orgullo y representatividad que vamos a sentir con ellos lo sepamos aplicar a otras áreas de nuestra vida. Cierto es que en muchos casos, no nos lo están poniendo nada fácil, y así nos va.