José Antonio de Santiago Juárez

La Cencellada

José Antonio de Santiago Juárez


Seminci

10/11/2023

Parece que todo pudo haber comenzado cualquier día de 1955 bien entrada la primavera, durante una tertulia al mediodía en el bar Jauja, famoso por sus gambas, situado en una esquina del Atrio de Santiago. A la hora del aperitivo se reunían allí jóvenes funcionarios y recién licenciados, seguramente todos cercanos a la Falange y algún excombatiente de la División Azul, llenos de inquietudes y sueños. Buscaban ideas para reactivar y dar vida a Valladolid. Eran los años más sombríos de la dictadura del primer franquismo, todo era gris como la niebla que, por entonces, nos abrazaba gran parte del otoño y el invierno.
A alguno de los presentes se le ocurrió dar continuidad a nuestra Semana Santa, por entonces el mayor y único reclamo cultural y turístico de la ciudad, con un festival de cine (dos años antes se había inaugurado el de San Sebastián). Seguramente, ese mismo día o al siguiente, da lo mismo, por la tarde noche en el bar el Candil ubicado en la calle Alcalleres, en los bajos del edificio donde se encontraba la Delegación de Información y Turismo, continuaron dando vueltas a la idea y decidieron que alguien debería pilotar el proyecto. Quién mejor que él, Antolín, ya que era el responsable de la Delegación, tenía algún contacto (pocos) con el ministerio y una mínima estructura administrativa.


Al año siguiente, 1956, se fundó y se puso en marcha la Semana de Cine Religioso, con el objetivo de prolongar la Semana Santa. Los dos primeros años no funcionó como deseaban. Cuatro años después, en 1960, se ampliaron las temáticas de las películas y paso a llamarse 'de Cine Religioso y Valores Humanos'. Es, a partir de entonces, cuando comienza a crecer como festival de cine. Tuvieron que pasar doce años (1972) para que fuera reconocida como internacional y pasar a denominarse Seminci. Durante los primeros 19 años fue dirigida por Antolín y su equipo; Pilar, María, Stellinng, Peña, Pelayo, Soco, Parra, Fede, Pineda, Carmelo y tantos otros que, junto a los semanistas y el empuje exigente del publico vallisoletano, fueron los que situaron al festival en el mundo cinematográfico. Fue portada de revistas internacionales dedicadas al séptimo arte, diariamente era noticia en la prensa nacional -ahora no aparece ni la inauguración ni la clausura- se pudieron ver grandes películas prohibidas en nuestro país y conocimos directores esenciales como: Berman, Fellini, Bertolucci, Visconti, Wadja, Truffaut, Cavani, Olmi, Bresson...


No había alfombras verdes, ni presupuesto, ni ayuda de la administración local (la autonómica no existía), ni actores o actrices famosos, ni patronato, ni tanta Espiga de Honor. Había ilusión, altruismo, amor a Valladolid y al cine. Fue entonces cuando alcanzó la fama a nivel mundial que, a pesar de algunos, todavía mantiene. Este año ha estrenado director, José Luis Cienfuegos, al que hay que desear suerte y acierto.
Durante aquel tiempo no faltaron las presiones de los azules más duros del régimen y de la Iglesia católica, para suspender alguna de las películas sin conseguirlo. Aunque a Antolín, desde algún pulpito, le dedicaron ciertos comentarios poco cariñosos algunas autoridades religiosas.


Nunca se sabrá si fue la habilidad de Antolín para burlar a la censura franquista o fue el propio régimen al que le interesaba mantener abierto, en una ciudad de provincias, un ventanuco primaveral a la cultura y la libertad en el cine Avenida (hoy convertido en un multicentro abandonado).


Quizás no fue así, pudo ser de cualquier otra manera, pero en esto consiste el cine, en narrar historias y, como decía Hitchcock, intentar llenar 400 butacas.