El todavía alcalde del pequeño pueblo abulense de Vita, Antonio Martín Hernández, no puede saber con certeza si es de Vox o del PP, pues encabezando la lista de uno y otro partido se ha ido presentando en sucesivas elecciones, pero lo que sí se sabe muy bien es una canción, llamémosla así, que habla de una niña a la que el protagonista de la misma encuentra sola en el bosque y a la que viola repetidamente tras cogerle de "la manita", llevarla a su "casita", meterla en la "camita", subirle "la faldita" y bajarle "la braguita".
La interpretó desde un escenario el pasado 25 de agosto ante un público que, si bien algo refractario al principio a corear el estribillo de semejante vómito, se animó después a instancias del regidor cantarín, y lo coreó, vaya si lo coreó. No sé si la actuación de ese salvaje se produjo en el curso de alguna fiesta patronal, que no me extrañaría, ni si el munícipe iba mamado, ni, en caso afirmativo, en qué grado. Tampoco sé quién era el nota que le acompañaba en el estrado, quien, a juzgar por sus gesticulaciones y movimientos corporales, no sería arriesgado presumir que tampoco andaba muy allá. Pero sobrios o ebrios, ambos protagonizaron uno de los espectáculos más sórdidos y abyectos que se recuerdan, con la particularidad, en perjuicio del que atiende al nombre de Antonio Martín, de que éste es un cargo público que representa a su comunidad. La repulsiva tonadilla concluía con el recuento de los "caliqueños" propinados a la niña.
El vídeo del cantable apologético de la pederastia y la violación, que puede contemplarse en cualquier medio, ha repugnado, como es natural, a cuantos son dignos del título y de la condición de personas, y en representación de ellas, Podemos, PSOE y PP lo han condenado absolutamente, si bien éste último ha salido con la copla autoexculpatoria de que no conoce al tipo de nada, de que no es afiliado, de que ese alcalde del PP no es del PP, aunque también asegura que dejará el cargo. Mucha autoridad tiene el PP, por lo que se ve, sobre un "independiente". La camita, la faldita... Y se moría de risa, y el público algo menos, pero también.