Hace treinta años, asistido por el don de la profecía, Rafael Sánchez Ferlosio, en uno de sus famosos "pecios", dejó escrito que "vendrían más años malos y nos volverían más ciegos". Cualquier lector actual podría pensar que eran el preámbulo de una crónica atenida a la actualidad política de la España de nuestros días. En un doble registro: el que intentara reflejar el impostado triunfalismo que permeaba las palabras del presidente del Gobierno al trazar un balance del año y el que tras leer las reseñas del discurso en los medios de comunicación llegaría a la conclusión de que en una parte destacada acampaba el cinismo. Ni la menor reticencia crítica ante el anuncio de que, sin tener amarrados los Presupuestos, Sánchez se aventuró a proclamar que completaría la legislatura.
Contando con ese respaldo mediático fruto de un llamativo daltonismo político, Pedro Sánchez se atreve a todo. Por ejemplo, exigiendo que pidan perdón quienes reclaman la dimisión del fiscal general del Estado que está enjuiciado por el Tribunal Supremo por un presunto delito de revelación de secretos. Lo hacía omitiendo que la Guardia Civil no había encontrado datos incriminatorios en el teléfono de Álvaro García Ortiz, porque en los días objeto de la investigación ¡habían sido borrados todos los mensajes del terminal telefónico del fiscal¡ También le hemos escuchado criticar a Núñez Feijóo por sus presuntos coqueteos con Carles Puigdemont al hilo de una votación en el Congreso en el que Junts, el partido del prófugo coincidió con el PP, el PNV y Vox. Crítica en boca de Pedro Sánchez, que, para obtener el apoyo de Puigdemont a su investidura no dudó en cambiar el Código Penal para suprimir el delito de sedición, rebajar el de malversación y retorcer la ley para aprobar una Ley de Amnistía manifiestamente contraria a la Constitución.
En su obsesión por aferrarse al poder no se detendrá ante nada, y si tiene que hacerse una foto con Puigdemont porque así lo exige el prófugo, lo hará. Lo preocupante es que por ése camino de pérdida de la dignidad arrastra valores que creíamos esenciales en democracia. Entre otros la memoria de la Transición y su mensaje de reconciliación. Basta con repasar el plan de "festejos" políticos que han preparado para todo el año que viene "resucitando" a Franco y tratando de comprometer al rey Felipe VI invitándole a asistir al primero de esos actos que pretenden celebrar el próximo ocho de enero. Cerca estamos de que se cumpla la profecía de Ferlosio.