Las chirriantes colisiones PSOE-PP durante la sesión de control al Gobierno de este miércoles, en ausencia de Sánchez, denotan que no será fácil un reencuentro de esos partidos en el plan de país para ayudar a trabajadores, empresas y sectores afectados por la pandemia arancelaria desatada por Donald Trump.
Se había creado la expectativa de que Gobierno y principal partido de la oposición compartieran las líneas maestras del decreto-ley llamado a superar la convalidación parlamentaria dentro de un mes. Está por ver, aunque quienes nos reconocemos en la mayoritaria sed de centralidad de la sociedad española ya habíamos tomado buena nota de tres esperanzadoras novedades en la marcha de la legislatura:
Una, que por primera vez la Moncloa había enviado previamente al PP el texto de una iniciativa legislativa. Otra, que el líder de ese partido, Feijóo, había declarado "acertados" ciertos de los elementos de dicha iniciativa. Y una tercera, el buen rollo de las conversaciones del ministro, Carlos Cuerpo, con el máximo responsable de asuntos económicos de PP, Juan Bravo. Encargados de formatear la esperanza. Pero pueden fracasar si Junts sigue enredando. Ambos identificados con esa mayoría de españoles que apuestan por los pactos PSOE-PP como estabilizadores de un tablero condicionado por los extremos o grupos independentistas.
Era obligatorio saludar esas tres novedades una semana después de haber oído a Feijóo tachar a Sánchez de "faltón", "chulesco" y "desorientado", con réplica de Sánchez que tampoco se mordió la lengua al calificar a Feijóo de un "vendepatrias", "oscuro" y "vacío" que "no está ni se le espera arrimando el hombre en una cuestión de Estado".
Pero los nubarrones los ha puesto Junts, que ha querido enredar con su indemostrable afirmación de que a Cataluña le corresponde la cuarta parte del volquete de millones habilitados por el Gobierno, so pena de no apoyar el decreto. Y por ahí volvió a planear el fantasma de Puigdemont, como el hombre que desde su auto destierro en Waterloo nos gobierna por persona interpuesta.
La verdad es que, en esta ocasión, no hay pacto por debajo de la mesa para llevar a Cataluña el separatismo anti-arancelario después de haber puesto en la rampa de lanzamiento el tributario (por acuerdo con ERC para hacer president a Illa) y el migratorio (por acuerdo con Junts, puntuable en su carrera de sacos con los de Junqueras). Y espero que la sensatez de Carlos Cuerpo y Bravo se imponga tanto a los enredos de Junts como al muro político que bloquea la posibilidad de que los dos partidos centrales del sistema se entiendan en cuestiones de Estado, como es la defensa de nuestro sistema productivo ante los ataques de Trump al libre comercio y las reglas del juego democrático.