José Antonio de Santiago Juárez

La Cencellada

José Antonio de Santiago Juárez


Ensalada de tomate Royal

16/02/2024

A cuatro meses de las elecciones europeas de junio, el campo, especialmente las pequeñas y medianas explotaciones agrarias, muestran su cabreo. El enfado no es de ahora, llevaba tiempo latente, pero los últimos movimientos de la Unión Europea con la presión medioambiental de la agenda verde han encendido la mecha que puede provocar una explosión difícil de conocer su alcance.
Mientras el griterío político se endurece debido al posicionamiento de los partidos ante una nueva contienda electoral en verano, los camioneros y tractoristas bloquean carreteras y colapsan ciudades. La protesta de los agricultores y ganaderos europeos que se inició hace más de un año en Alemania y Holanda se ha ido extendiendo por media   Europa, incluida España, hasta conseguir, hace unos días, aparcar los camiones y los tractores en la cocina de las instituciones de Bruselas y de Estrasburgo. Entonces, se encendieron todas las luces rojas, ya saben que, en una disputa electoral, con las cosas del comer no se juega y la cocina no podía funcionar adecuadamente con tanto vehículo tractor allí estacionado.
Aunque en Valladolid la agricultura y la ganadería no tienen el peso que tuvieron hasta mediados del siglo pasado, los sectores agrario y agroalimentario siguen siendo considerados estratégicos y, lógicamente, no han quedado al margen de estas movilizaciones, que algunos quieren ver como un 15-M del campo.
Las causas son múltiples; las cargas administrativas, la excesiva burocratización para acceder a las ayudas, el hartazgo de los burócratas de la UE que legislan de espaldas al campo, el incremento de los precios del conjunto de elementos que forman parte en la producción, la Agenda 2030, la competencia desleal de los productos extracomunitarios, la reducción de las tierras en barbecho y las restricciones impuestas por el cambio climático. Pero, por encima de todo, nuestros agricultores y ganaderos quieren vivir del campo de forma digna y no dejarse la piel perdiendo dinero. Parece sensato y comprensible, por eso el movimiento goza de la simpatía de gran parte de la sociedad, que ve cómo los productos básicos de la cesta de la compra se encarecen y quienes los bregan y producen lo hacen a pérdidas.
En este tipo de situaciones críticas, siempre hay algún artista que parece que se divierte echando gasolina al fuego. Es el caso de la socialista francesa y exministra del Gobierno de la República, Ségoléne Royal, quien calificó al tomate ecológico español de «incomible», una 'boutade' que explica bien el declive agónico del partido socialista francés. Eso sí, consiguió que los dos grandes partidos políticos españoles se mostrasen unidos en defensa del tomate español.
Tampoco estuvo nada fino el nuevo delegado del Gobierno en Castilla y León, Nicanor Sen, estrenándose en el cargo culpando de las protestas del campo a VOX. Además de más prudente, virtud que cada día escasea más en política, debería estar mejor informado, ya que muchas convocatorias, especialmente las de Valladolid, se han realizado de forma espontánea a través de las redes sociales y grupos de WhatsApp y al margen de las organizaciones profesionales agrarias, al entender que no les representan adecuadamente. Quizás ahí esté su éxito.
El enfado del campo es entendible y, más pronto que tarde, iba a mostrar su fortaleza. Ahora es el momento de la escucha, el dialogo y la negociación. Es el momento de saber conciliar el derecho a la protesta con los derechos del conjunto de la sociedad, respetando las reglas de convivencia y sus normas; las necesidades del campo con las medidas de respeto medioambiental y la protección de la salud con la protección de la agricultura. Los fiscales del Supremo también se han subido al tractor contra la amnistía. Esto sí le preocupa mucho al presidente Sánchez, el campo, para él, puede esperar.