No se comprende el empecinamiento del gobierno en negar la evidencia. Son irritantes las declaraciones de ministros en las que repiten no hay caso, no hay nada, cuando desde hace meses todos los días se publican nuevos datos que apuntan, y se demuestra ya en algunos casos, que en el círculo socialista más influyente se cometían fechorías.
Habrá que decir presuntas, pero las evidencias son tantas que solo se comprende el no hay caso y no hay nada -el argumentario de Moncloa se cumple a rajatabla- si los miembros del gobierno y de la cúpula de Ferraz piensan que los españoles son tontos de solemnidad.
Entre todos los declarantes, el que tiene más pecado es el ministro de Justicia, no solo porque es titular de lo que es sino porque además es abogado … Y porque sabe perfectamente cómo funcionan los tribunales y el alcance de las comparecencias fijadas para fechas próximas. La primera, voluntaria, de José Luis Ábalos, pero también está citado el hermano de Sánchez para que explique su situación laboral y fiscal tras instalarse en Portugal: nuevamente Begoña Díaz porque hay nuevos datos sobre los masters y, quizá, es probable que se le pregunte sobre las once cuentas abiertas en diferentes bancos y que entre todas suman 40,50 euros. ¿De qué van esas múltiples cuentas, para qué las ha utilizado?
Los datos son apabullantes y llevan a la misma conclusión: la corrupción ha entrado a saco en el actual gobierno, nunca las imputaciones han incluido a familiares directos del presidente, al Fiscal General del Estado y a un exministro que fue su persona de mayor confianza. Y se han alquilado pisos para uso de amantes e interlocutores que pedían discreción.
Hay también capítulo de mentiras. El presidente que dice que no conoce a Aldama y aparecen fotografías que demuestran que sí se conocían; la vicepresidenta Montero pone la mano en el fuego por su jefe de gabinete, afirmando que no conocía a Aldama y resulta que se había reunido en cuatro ocasiones con el jefe de los conseguidores, que haga de intermediario de varios empresarios. Si eso era habitual, como aseguran ahora, no se entiende Montero se dejara achicharrar la mano, y por qué saltó indignada cuando se contó.
A Sánchez se le ha congelado la sonrisa, y la carcajada es tan falsa como sospechosa. No para de desacreditar a los medios que llevan meses ofreciendo toda clase de detalles sobre lo que ocurría delante de sus narices; con personas de su máxima confianza que, cuando menos, obligaban a preguntarse por su alto nivel de vida y por qué se reunían con gente tan diversa. Sánchez, si tuviera lo que hay que tener, pediría perdón a quienes insulta diciendo que se mueven en el fango y propagan bulos.
Este lunes, varios sondeos coinciden en que el PSOE pierde votos y escaños. Se comprende. Si hay algo que enferma, más que la incompetencia, es la mentira. Y en ese capítulo Sánchez es campeón.