Al PSOE el pasado le sienta mejor que el presente. Es una organización que ha dejado atrás las prácticas democráticas internas para abrazar una estructura de corte caudillista en la que todo depende y gira alrededor del líder. En este caso Pedro Sánchez, un político cuya ideología es el poder. La preservación del poder a cualquier precio.
Que una organización centenaria como el Partido Socialista, en la que a lo largo de su historia convivieron corrientes de opinión muy activas, haya dado paso a una mansa asamblea presta a aplaudir a un personaje al que hace ocho años expulsaron del partido, es un fenómeno que resulta llamativo. Pedro Sánchez es un político arribista que ha hecho del pragmatismo su brújula consiguiendo sobrevivir a crisis y contradicciones que habrían apartado a otro con más escrúpulos. Manda sobre el partido -en teoría una organización de adhesiones consensuadas- como una prolongación del Gobierno. Sin admitir disidencia alguna. El episodio que ha desembocado en la renuncia de Juan Lobato, líder hasta esta semana del PSOE en Madrid, describe el clima de sumisión aceptada en el que se hallan instalados la mayoría de los cargos y cuadros del partido. Conocedores de que, a ojos de Sánchez, Lobato había caído en desgracia, le dejaron solo. Apenas han levantado la voz Emiliano García-Page y el burgalés Luis Tudanca, un dirigente al que también se da por desahuciado.
La mayoría está en otra disposición. Guardando silencio a la espera de coronar de nuevo a Pedro Sánchez en el Congreso Federal que se celebra en Sevilla. Un proceso de adhesión inquebrantable que se aleja de los usos de un partido en el que otros liderazgos convivieron con la existencia de corrientes internas. Ahora, en el PSOE que Sánchez ha convertido en un instrumento jerarquizado al servicio de su ambición de poder sería impensable. En su descargo hay que decir que también ha hecho del partido una máquina de colocación. Premia la adhesión inquebrantable, y, como se ha visto esta semana con la renuncia forzada de Lobato, no tolera la discrepancia que se señala desde dentro como deslealtad. El poder que emana del Gobierno es la argamasa con la que cuenta para mantener su liderazgo. A medio plazo resulta una incógnita avizorar a dónde está conduciendo Pedro Sánchez al partido, pero visto lo que está pasando en Europa con los partidos socialdemócratas, tengo para mí que al PSOE le sienta mejor el pasado que el futuro.