Pedro Sánchez eligió, para hacer el tradicional balance del año político, una fecha temprana, inédita: la jornada anterior a la de Nochebuena, que es cuando el Rey lanza su mensaje navideño. Siempre lo había hecho el presidente del Gobierno algunos días después. Lo cual puede, o no, ser sintomático: Sánchez necesitaba una jornada como la de este lunes, con titulares dedicados al 'Gordo' de Navidad y con las expectativas de la noche de paz y amor: su comparecencia este lunes ante los medios era demasiado complicada esta vez y convenía acumular la mayor cantidad de distracciones posibles. Lo que ocurre es que el presidente no mostró tener demasiado espíritu navideño: los ataques a la oposición no se apartaron de los habituales, aunque cierto es que esta vez los jueces y los medios se libraron de las invectivas presidenciales.
Como es habitual, el presidente dedicó casi las tres cuartas partes de la duración del encuentro con los medios a glosar los logros, sobre todo económicos, de este año político, el primero de una legislatura que aseguró reiteradamente que se prolongará hasta su extinción, en 2027. No hubo, en este aspecto, noticia, aunque sí lo fue que reconociese que, sin saber aún la fecha (eso dijo, al menos), se entrevistará con Carles Puigdemont, porque, dijo, "no podemos seguir siempre mirando hacia atrás".
Las preguntas fueron, claro, más jugosas que las respuestas. Los habituales ataques a la 'coalición derechista' de Feijóo y Abascal (¿?), el rechazo a cualquier concepto de fragilidad en el seno del Gobierno, ni atisbo de autocrítica alguna y alusiones solo tangenciales a los Presupuestos, que se aprobarán o no, quién sabe, a comienzos de 2025; pero ni siquiera esto parece importar a los planes de permanencia en La Moncloa de Pedro Sánchez, que no perdió ocasión de mostrar su desprecio a la labor de la oposición, que así, recalcó, nunca alcanzará el poder.
Yo diría que lo más destacable de esta comparecencia, en la que, curiosamente, nadie preguntó por el extraño cese 'por motivos de salud', dijeron, del recién nombrado secretario de Estado de Comunicación, Ion Antolín, fue la admisión de que acudirá a entrevistarse con Puigdemont, quién sabe dónde ni cuándo, pero allanándose, así, a la exigencia del fugado: Puigdemont quiere esa foto con Sánchez y parece que la conseguirá. Todo un síntoma. Así que el resultado de la confrontación es, al final, Puigdemont, uno (bueno, uno más), y Sánchez, cero.
Podría ser un buen resumen del agónico año 2024, en el que ha pasado de todo, pero, sobre todo, esto: el forajido gana, y el que -teóricamente-juega en casa, pierde. Equipo local, goleado frente al -es un decir- visitante. A ver qué dice el Rey cauto sobre todo esto en la noche de su mensaje.