¿Aguantará? El pasado fin de semana esta periodista, intentando conseguir opinión sobre como se vivía en el gobierno el caso Errejón, y si resistiría Sánchez ante tantos frentes abiertos -Errejón era el portavoz parlamentario de su socio de coalición- hizo esta pregunta a alguien muy cercano a Pedro Sánchez. Y su respuesta fue clara: aguantará, sin duda. A no ser que la justicia le obligue a reconsiderarlo.
La Justicia ha dado una vuelta de tuerca a la situación de Begoña Gómez, a la que el juez Peinado imputa un delito de apropiación indebida por haber registrado un software de la Complutense con intención de comercializarlo. Un software que no era suyo, sino de la Universidad. Un delito menor ante los muchos escándalos que acosan ahora mismo al entorno del presidente de gobierno, pero los vasos se desbordan con una solla gota. Y ya es mucho lo que está aguantando el pueblo español con las historias de corrupciones menores y mayores que afectan directamente al entorno político, político y familiar de Pedro Sánchez. Llega un momento en el que las bravuconadas con las que intenta desacreditar a jueces, políticos de la oposición y periodistas que sacan al aire sus vergüenzas, ya no asustan, sino que, por el contrario, indignan. El tinglado sanchista se está viniendo abajo.
El golpe judicial del juez Peinado, al que el matrimonio Sánchez intentó neutralizar presentando una querella contra él para poner en duda su rigor profesional -querella que fue archivada- es tan grave que parece impensable que la reacción del jefe de gobierno pueda ser encogerse de hombros y acusar a tirios y troyanos, como suele hacer, de ser víctima de una operación de acoso con oscuros objetivos.
Ya no lo cree nadie. Porque la España de los últimos tiempos resulta que cuenta con un gobierno que acogió a presuntos corruptos que hicieron negocios promovidos por comisionistas de alto nivel; en este gobierno de izquierda progresista, tan publicitado, se sientan ministros y una vicepresidenta que pertenecen a un partido en el que tenía papel fundamental una persona hoy acusada de acoso y abuso sexual. Y nada menos que esa vicepresidenta reconoce que efectivamente había sido alertada de que el portavoz mantenía un comportamiento que podía ser delictivo y, desde luego, contrario a las leyes promovidas por la izquierda progresista. Para mayor escarnio, no era la única dirigente a la que habían llegado noticias inquietantes sin que movieran un dedo.
Hace unas semanas Pedro Sánchez pidió cinco días de reflexión para plantearse su futuro. Lo que le inquietaba entonces, noticias sobre los máster de su mujer, cómo los había negociado y quiénes los patrocinaban, le llevaron a ese retiro casi espiritual.
Aquello es nada con lo que hoy se conoce. Koldo, Ábalos, Aldama, el hermano de Sánchez, Errejón… y ahora la imputación de Begoña Gómez.
Es difícil admitir que en esa situación puede continuar un presidente de gobierno. No es un acto de valentía, Al contrario: es una falta de respeto a los españoles.