Las desgracias pueden ser oportunidad para que resurjan figuras debilitadas por sus muchos errores, que, sin embargo, se olvidan cuando son las que tienen responsabilidad de tomar decisiones para afrontar con éxito esas desgracias. Sánchez es el presidente de gobierno, solo él cuenta con resortes que son ajenos a cualquier otra persona, aunque le supere en capacidad profesional, fortaleza, y aceptación ciudadana.
Sánchez, en su comparecencia para dar respuesta a Trump, necesitaba que sus palabras fueran lo suficientemente firmes para que al menos durante un tiempo pasaran a segundo plano las noticias que protagonizan la vida política, que sigue poniendo el foco en dos figuras que por diferentes motivos importan mucho a Pedro Sánchez: su mujer, Begoña Gómez, y el Fiscal General del Estado Álvaro García Ortiz. En los dos casos, su situación se enreda y complica más a medida que pasa el tiempo, y, por tanto, convenía y conviene a Sánchez crear titulares que distraigan de la corrupción en la que han caído personas muy cercanas al presidente.
Dentro de dos semanas se cumplirá un año desde los famosos cinco días de reflexión, y son toda seguridad, lo intuye Sánchez, los medios de comunicación dedicarán páginas y tiempo de televisión y radio a recordar los porqués de aquella reflexión y, también, los movimientos que se vivieron en el Psoe, donde algún dirigente se movió de forma imprudente jugando ya a la sucesión.
Si los aranceles de Trump han sido una pésima noticia para Europa más que para cualquier otro continente y pésima noticia también para EE.UU. como apuntan ya algunos economistas de ese país, para Sánchez puede ser, sin embargo, una oportunidad para "vender" gobernanza. No en vano en su discurso mencionó la pandemia, la guerra y las catástrofes climáticas como retos que ha tenido que afrontar. Mejor no lo hubiera hecho, pues de ninguno de esos desafíos salió bien parado.
Se enfrenta Sánchez a unos problemas económicos en los que, para abordarlos, tendrá que demostrar que merecía el polémico doctorado en Economía y que además ha aprendido gestión en sus años de gobierno. No le va a ser fácil, en el equipo de gobierno hay más ministros de tercer nivel que ministros competentes, pero no es ese su mayor problema, sino el ya apuntado maridaje entre su persona y la corrupción que escandaliza hoy a la mayoría de los españoles. A lo que hay que añadir la campaña inaceptable contra los jueces que cumplen su trabajo, al uso del Tribunal Constitucional para que le solucione los problemas, la certeza de que nunca se preocupó de meter mano a los casos de corrupción que se producían delante de sus ojos, y la percepción, creciente, de es capaz de cualquier perversión política con tal de mantenerse en el gobierno.
Habrá que estar atentos a comprobar si a través de Trump se le abre la puerta que, con medidas acertadas, permite que se olvide su muy cuestionable gestión de gobierno, por no decir desastrosa. No le quedan ya más trenes por coger.