Caracoles, oreja, callos, asadurilla, sangrecilla... y platos de cuchara, a fuego lento, al chup-chup. Casero, lejos de aglomeraciones y de zonas gastronómicas archi-conocidas. Porque Valladolid tiene secretos escondidos hasta en los lugares menos imaginados. Como en un polígono o en un establecimiento de carretera. O juntos a la vez, como podría ser el Cafetín Capisa, que en unos meses cumplirá cinco años dando desayunos, almuerzos y comidas en la autovía de Castilla, 118, en el término de Fuensaldaña, en las naves de Camiones del Pisuerga - Capisa.
«Abrimos en agosto de 2020, justo el año de la pandemia. La verdad es que desde el principio tuvimos muy buena acogida entre las empresas de la zona y camioneros, y el boca a boca nos ha hecho crecer», señalan María Villagarcía y Juan Carlos Sevillano.Ambos llevan toda la vida en el sector y, tras un impás, volvieron en un negocio un poco diferente, por los horarios sobre todo.
Porque ambos llevaron durante décadas el Mayo, un establecimiento familiar en Santovenia, donde residen. Y en esa época en la que España estaba confinada, salía y volvía a encontrarse con todo cerrado, Juan Carlos encontró el local donde ahora se ubican que, por entonces, llevaba poco tiempo abierto: «Quisimos poner el nombre de donde estamos, con al añadido de lo de cafetín, porque no es un sitio muy grande».
Caracoles en el Cafetín Capisa. - Foto: Jonathan TajesCocinan los dos, como perfecto binomio. Juan Carlos todo lo que tiene que ver con la casquería, además de las tortillas de patatas de las mañanas y la paella de los jueves. María, que bromea diciendo que cuando se casó no sabía ni hacer un huevo frito, se encarga de la cuchara, a fuego lento, sin prisas. Al principio tuvieron una cocina industrial, pero la cambiaron por una más apañada y que les da mejor uso.
El Cafetín Capisa abre a las seis y media de la mañana para los desayunos –«hay camioneros que están toda la noche en la carretera y agradecen un café y una tortilla recién hecha (cada día hacen dos: de pimientos, chorizo o jamón y la de toda la vida, con cebolla)»–; y cierran a las seis de la tarde, en un horario acorde a un polígono.
Y sus 'fuertes' están en los almuerzos, con esos callos, la oreja a la gallega y guisada... «todo aquello que no se suele hacer en casa y lleva horas». También en los huevos fritos con chorizo, otro de sus clásicos. De esa casquería se encarga Juan Carlos, con mucho amor y especias. Como en los caracoles, que llegan desde Bermillo de Sayago (Zamora) y que ofertan durante todo el año. «Una de las claves está en una buena limpieza», explica, añadiendo que hay que tener paciencia y dedicarle 4-5 horas: «Con lavados con vinagre y sal, cambiando el agua; con otro último con manguera». Luego un primer hervor de cinco minutos y a cocinar. «Aquí los rematamos, cuando los pide el cliente, con un huevo».
Tras los almuerzos llegan las comidas, con un comedor para unos 28 comensales; y una terraza que usan, sobre todo en verano. Todos los días, de lunes a viernes, hay menú por 12 euros, con cuatro primeros y cuatro segundos. Y algunos platos fijos: como las lentejas los lunes; las patatas (a la importancia, con costillas, con almejas...) los martes; las alubias los miércoles; paella los jueves y el cocido, los viernes. Para este último, mejor reservar: «Depende del número de personas lo empiezo a hacer el día anterior o el mismo día». De ello, dan «fe» desde el Ayuntamiento de Cigales, algunos de sus clientes. También el arzobispo, Luis Argüello, que ya les ha visitado; así como la mayoría, por no decir todas, de las empresas de la zona. Los postres, también caseros (mousse y tarta de limón; o macedonia) ponen el toque dulce.
Todos los días dan, como cortesía, o caldo o sopas de ajo o patatas con mojo picón con cada consumición; y cuando es época de setas, en el Cafetín Capisa siempre hay platos con ellas: «Garbanzos con boletus, alubias con níscalos...». Casero y lejos de aglomeraciones.