Es un tema de gran actualidad. Cada día escuchamos o contemplamos a personas que se sienten superiores y creen que están por encima del bien y del mal.
Sus comportamientos están llenos de soberbia, prepotencia y de una falta de respeto imposibles de justificar. En el fondo, estas personas están encantadas de conocerse, por lo que el problema lo sufren los demás. Sin embargo, la psicología puede ayudar y ofrecer claves sobre cómo actuar de forma eficaz ante estas personas.
Existe un perfil o un prototipo que define a quienes se sienten superiores. En general, presentan unos rasgos muy característicos, por ejemplo, suelen tener un temperamento fuerte e impositivo, tienden a llamar mucho la atención, independientemente del contexto, quieren que todas las miradas se dirijan a ellas, y su nivel de autocomplacenciaesinversamente proporcional a su sensibilidad. En definitiva, se podrían definir como personas que están encantadas de conocerse y que única y exclusivamente piensan en sí mismas.
Atendiendo a su evolución a lo largo del tiempo, en la etapa de la adolescencia, estos perfiles tienden a liderar algún grupo de compañeros, a los que exigen una actitud sumisa. En su comportamiento presentan una arrogancia con la que consiguen seducir a aquellos que sienten más inseguridad y buscanlaprotección de estos.
Al llegar a la edad adulta, los problemas de conducta se acentúan y resultan personas muy difíciles para quienes están cerca o se encuentran en su campo de influencia.
Mi experiencia me demuestra que nos las podemos encontrar en cualquier ámbito de nuestra vida: en el trabajo, en la familia, en la sociedad… Lo difícil es cuando estas personas forman parte de nuestro núcleo cercano, pues la convivencia y la relación puede resultar muy difícil y complicada.
Al contrario de lo que ocurre a la hora de mantener relaciones del tipo que sean con estos perfiles, es fácil identificarlos porque su actitud en el día a día resulta muy reconocible. Estas personas no sienten que deban seguir las normas que se aplican al resto del mundo dado que se sienten superiores. Este es uno de sus rasgos más significativos y que más dificulta la relación con ellas.
Miran a los demás por encima del hombro y, en la misma medida en que infravaloran los logros ajenos, magnifican cualquier cosa que ellas hagan o les suceda.
Con frecuencia resultan impertinentes; no saben escuchar y solo buscan que los demás les presten atención en todo momento.
Estas personas no muestran empatía, ni cercanía, ni una mínima sensibilidad que favorezca una relación de igual a igual.
Nunca se sienten mal por lo que hacen. Incluso aunque se hayan equivocado o hayan cometido errores, siempre responsabilizarán a otros de sus actos.
Su falta de conexión con la realidad les incapacita para el trabajo en equipo, así como para llevar a cabo tareas solidarias.
Otra de las principales señas de identidad es que no les importa mentir y engañar cuando lo necesiten para conseguir sus fines.
De esta forma, podemos concluir que no les importa hacer sufrir a quienes les rodean si con ello consiguen lo que están buscando.
Dado que el principal problema de este tipo conductas lo sufren los demás y no quienes se comportan de esta forma, es importante conocer cuáles son los errores que hay que evitar con este tipo de perfiles.
A continuación, se detallan algunos de esos errores:
• Intentar que razonen; no están interesadas en razonar, solo quieren imponer sus ideas.
• Pensar que dialogando con ellas, cambiarán su forma de actuar. Nos equivocamos si creemos que quieren cambiar, la realidad es que lo que pretenden es que cambien los demás.
• Escuchar con paciencia y cediendo en nuestras posturas, pensando que en algún momento se darán cuenta de sus errores, cuando lo que ocurre es que utilizan nuestra paciencia para afianzarse, ganar terreno y seguir imponiendo sus criterios.
• Permitir que sean ellos quienes marquen las pautas y las reglas de cualquier convivencia en un intento vano de amortiguar sus imposiciones y reducir su beligerancia.