Una soledad con rostro de mujer

Ana Rodrigo (EFE)
-

Uno de cada cuatro jóvenes en España afirma sentirse vacío y aislado, un problema que afecta más al sexo femenino y que mantiene una estrecha relación con el acoso en las aulas

Las secuelas y cicatrices pueden durar años, provocando falta de autoestima o, incluso, autolesiones.

Soledad y acoso escolar fueron de la mano en el caso de Noelia, de 23 años. El maltrato psicológico que sufrió en las aulas del instituto le hundió en un pozo del que consiguió salir después de seis años. «Sentía un vacío enorme, es indescriptible; no sentía estar viva en la tierra, ni el frío, por eso recurría a la autolesión para llegar a sentir algo, para sentirme viva», explica.

Ella es solo uno de los rostros de la soledad no deseada que han sentido el 70 por ciento de los jóvenes en algún momento de su vida y que actualmente sufre uno de cada cuatro en España. Un problema que afecta más a las chicas y que mantiene una fuerte relación con el bullying.

Según un estudio del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada SoledadES, el porcentaje de personas que han sido víctimas de acoso en el ámbito educativo es casi el doble si sentían soledad no deseada (el 58,1 por ciento, frente al 32,1 por ciento si no la padecen).

También muestra la vinculación con los problemas de salud mental: quienes se sienten aislados tienen en su gran mayoría algún trastorno de ansiedad o depresión (el 77,8 por ciento de los casos, mientras que es del 34,8 por ciento en caso contrario).

Todo empezó en el instituto

«En segundo de la ESO me empecé a encontrar mal, no encontraba pasión por nada y no aceptaba que yo estaba mal. Sentía una apatía intensa y no sabía por qué, hasta que fue todo un bucle muy fuerte y me diagnosticaron depresión grave», cuenta Noelia. «Me sentí muy sola en esas últimas etapas de la ESO cuando se metían conmigo. Tenía un grupo muy reducido de amigos, pero aún así, era ir a clase y sentirme muy sola y eso lo arrastraba en casa», recuerda.

La joven cree que abordar el acoso escolar es complicado porque habitualmente víctimas y acosadores son conocidos, y más aún cuando no hay agresiones físicas, aunque haya amenazas: «Es muy duro, continuamente riéndose de mií, haciéndome el vacío y si intentaba ir a un grupo yo era la peste».

Aunque esa situación duró dos años, las secuelas y las cicatrices permanecen mucho tiempo, como «los problemas de falta de autoestima, el tener miedo a decir algo que no le pueda caer bien a la gente, estar dosificando la información de mi vida o intentar imitar a las otras personas para que todo que sea más normativo».

Tras varias etapas en la que parece que todo está superado, vinieron también recaídas. Para Noelia, que ya se ve fuera del pozo, lo más importante es marcarse una meta e ir a por ella.

«Lo que más me ha ayudado a salir y a vencer esa apatía he sido yo misma, porque me propuse cambiar, superar todo lo que estaba viviendo y ponerme la meta de estudiar Físicas», en lo que se encuentra ahora inmersa.

Cree que hay dos tipos de soledad, «la de sentirse solo y otra es estar solo; cuando te sientes sola porque no te sientes querida, necesitas que la gente te demuestre su apoyo», reflexiona.

Gestos de apoyo

Noelia valora gestos como los de sus amigos cuando la sacan a dar una vuelta si ven que sobrevuela de nuevo esas sensaciones y pensamientos. Hace dos años participó en un campamento de un proyecto europeo sobre el cambio climático junto a Ayuda en Acción y comprobó que ya podía ser ella misma.

«Me vino muy bien porque fue como la prueba de fuego, ver si me desenvolvía bien entre personas totalmente desconocidas y me integré muy bien, la verdad, fui muy feliz», recuerda.

«Me quedan cicatrices, no se borran; pero también pienso que todo esto me ha hecho una persona más resiliente de lo que podía haber sido antes. Yo sé ahora con 23 años lo que quiero y lo que no quiero en mi vida», concluye.