Si usted lee que buena parte de las mujeres mayores de Pedrajas de San Esteban han trabajado como mondadoras, seguramente, no sabrá muy bien qué significa. Pero es un hecho. Centenares de mujeres, la mayoría ya muy mayores de edad, han tenido este oficio relacionado con la producción de piñones y su selección.
El Ayuntamiento recientemente llevó a cabo un acto de homenaje a esas mujeres que se dedicaron durante años a 'mondar' los piñores y a trabajar en el proceso de recogida y venta de este selecto manjar, que elevó la economía del municipio y fue sustento de muchas familias durante el siglo pasado.
Las mondadoras eran aquellas mujeres que, con la llegada del verano, se ponían manos a la obra para empezar la extracción del piñón procedente de los pinares de la zona. Las piñas recogidas durante el mes de noviembre se almacenaban para que se fueran secando, poco a poco, hasta la llegada del verano. Era entonces cuando las familias productoras se ponían manos a la obra para extraer los piñones para comercializarlos por media España e incluso en varios países fuera de nuestras fronteras.
El siglo pasado, antes de la mecanización, eran cientos las mujeres que se ponían manos a la obra con el buen tiempo. Lo primero era sacar los piñones de las piñas. Para esta parte del proceso, se utiliza uno de los métodos más ancestrales. Un piedra y un hierro. Se machacaban las piñas y, poco a poco, se iban extrayendo los piñones.
Teresa Mate tiene 79 años y durante toda su vida se ha dedicado a la realización de este trabajo en Pedrajas. Una vez que las piñas se machacaban, se almacenaban los piñones en sacos, aunque el trabajo no había terminado ni mucho menos.
Aquí empezaba la labor de las mondadoras. Las mujeres que se encargaban de seleccionar los piñones y descartar aquellos que tenían algún tipo de defecto o deterioro, cambio de color o deformidad. La inmensa mayoría de estas mujeres ya ha abandonado este trabajo, que se hace desde hace décadas de forma mecanizada, salvo contadas excepciones.
Pero este oficio, que representó una gran parte de la actividad económica del municipio, continúa vivo en la memoria de las mujeres que lo realizaron durante años. Se situaban junto a una mesa, donde se echaban mediante grandes cestos montones de piñón grande. «Los traían en sacos y los iban colocando poco a poco encima de la mesa».
Con mucha paciencia, iban seleccionando los piñones uno a uno y sabían perfectamente por su cambio de color cuál había sufrido de demasiado calor o cual se había congelado. Iban cascando las piñas e iban seleccionado los piñones desde la misma mesa. «A veces, las cáscaras de los piñores nos llegaban incluso por las rodillas. Allí, sentadas en la mesa», recuerda Teresa, quien comenta que el trabajo de antes no tiene nada que ver con el actual.
Más adelante, las mesas de selección dieron paso a las cintas en movimiento, donde los piñones iban pasando por delante de las mujeres. «Yo entonces ya lo dejé porque mareaba tanto movimiento», comenta Mate. El objetivo seguía siendo el mismo. Que los sacos se llenaran de piñón blanco impoluto, un piñón perfecto.
Muchas de estas mujeres que dedicaron su vida a la búsqueda de los piñones perfectos rondan ya el siglo de vida y los recuerdos en el pueblo son muchos. Las mesas llenas de piñones representaban trabajo muy duro. Posteriormente, con el invento de la cinta transportadora y la mecanización las máquinas han sido las encargadas de realizar esta selección.
en vías de extinción. Maite Mate, con su empresa Frutos Secos Teresa Mate, continúa realizando esta labor a mano. «La máquina que tenemos es buenísima, pero como el ojo humano no hay nada», comenta. Es de las pocas que continúa realizando la selección de los piñones de forma manual al entender que la selección se lleva a cabo con mejor resultado.