Existen dos peticiones recurrentes en la política nacional pero que solo operan en unas circunstancias muy concretas, cuando se tratade pedir que sea el PSOE quien realice el esfuerzo de permitir que el PP alcance el gobierno y que lo haga además con su aquiescencia mediante la abstención, porque ni tan siquiera inicialmente proponen un gran acuerdo a dos.
La primera de esas peticiones es que se deje gobernar a la lista más votada. Sobre este asunto han corrido ríos de tinta en los últimos meses, asunto clarificado por los pactos de perdedores allí donde el PP en alianza con Vox han desterrado al PSOE del poder institucional. Nada que añadir, por cuanto el nuestro es un sistema parlamentario y representativo y gobierna quien concita más apoyos parlamentarios o municipales. Cambiar la norma implicaría una reforma constitucional y de la ley electoral, y ya puestos habría que modificar otros aspectos relativos a la representatividad de los partidos nacionalistas en sus comunidades autónomas y la sobrerrepresentación en determinadas circunscripciones poco pobladas, que suele beneficiar al PP.
La segunda petición que se realiza al PSOE es que se preste a formar un gobierno de gran coalición bajo el mando del ganador de las elecciones. En favor de esta tesis está el hecho de que los dos grandes partidos son ampliamente mayoritarios tanto en votos como en escaños en el Congreso y que su acuerdo tendría como consecuencia que los partidos independentistas que buscan la ruptura de la unidad de España dejaran de condicionar la gobernabilidad, al tiempo que se abonaría el espíritu de la Transición y de los grandes acuerdos. Esta presión sobre los socialistas solo opera cuando el PP lo necesita y se pone en marcha la fábrica de sospechas sobre la connivencia de Pedro Sánchez con la aprobación de medidas inconstitucionales -amnistía y referéndum de autodeterminación de Cataluña-, cuando su política con respecto al Principado ha hecho que los independentistas atraviesen su momento más bajo, ha permitido a los partidos constitucionalistas ganar las elecciones, y que el Govern catalán y ERC estén más preocupados de las cosas de comer que de las identitarias.
El PP pide poner patas arriba todo el entramado político cuando sus resultados no son buenos y cuando en circunstancias similares, en 2019. el PP negó de forma "tajante". por boca de su entonces secretario general, Teodoro García Egea, un gobierno de coalición con el PSOE y dio lugar al "Frankenstein 1". Además de la incompatibilidad de los programas, todos saben que el partido segundón del pacto tiene muchas posibilidades de ser arrollado por el primero y que de esta forma la posibilidad de la alternancia queda desdibujada, cuando el interés de todos los líderes políticos. y no solo de Pedro Sánchez, es alcanzar y permanecer en el poder.
Desde los aledaños del PP se comienza a insistir en la idea del gobierno de gran coalición con el PP al frente. Pero para que esa hipótesis tuviera alguna virtualidad los populares tendrían que clarificar antes su relación con Vox, romper los pactos que mantiene con la ultraderecha y ampliarla a todos los ámbitos donde gobiernan juntos. A Feijóo, sin embargo, nadie le pide que, si no alcanza la investidura, facilite un gobierno del PSOE que le permita prescindir de los independentistas. Eso sería asomarse al pretil del puente antes de tiempo.