Pingüinos sin fronteras y con una amistad inquebrantable

R.G.R
-

Grupos de moteros, que solo se ven una vez al año, llegan desde varios países para juntarse durante unos días en Valladolid. Humor, gastronomía y mucha gasolina confraternizan este fin de semana

Concentración motera Pingüinos - Foto: Jonathan Tajes

Valladolid ruge mediante el sonido de los miles de motos que durante estos días se concentran en sus calles. La antigua Hípica Militar, que ahora pasará a denominarse Pingüinos Arena, se convierte en el centro neurálgico mundial de los amantes de las dos ruedas. Llegados desde todas las partes del mundo, decenas de miles de moteros, unidos a través de su gran pasión, celebran una nueva edición de Pingüinos.

Este año lo hacen sin frío, con temperaturas más elevadas de lo normal para esta época del año, pero con las mismas ganas e idéntica ilusión que en cada una de las ediciones. Motos, música, fuego, compañerismo y confraternización. Buena música y algún que otro trago para combatir el relente de la noche. En el caso de los grupos, las primeras avanzadillas, llegadas incluso en coche, ya tienen todo preparado, alimentos y bebidas, y han prendido la fogata que alimentará el espíritu motero hasta el próximo domingo. 

Un año más, el programa elaborado por Turismoto no dará mucho tiempo libre a los participantes, que volverán a disfrutar de los caldos pingüineros, de los conciertos nocturnos, las exhibiciones y, especialmente, de las conversaciones de amigos entorno a una buena hoguera. La leña no faltará en la antigua hípica, ahora Pingüinos Arena, y los brotes anuales de amistad volverán a renacer como ocurre cada mes de enero en Valladolid. 

Concentración motera PingüinosConcentración motera Pingüinos - Foto: Jonathan TajesPingüinos continúa poseyendo un gran poder de atracción a pesar del paso de los años. Moteros de todas las nacionalidades se agrupan bajo los pinos estos días con una única consigna y deseo; volver a ver a sus amigos fraternales de las dos ruedas. Muchos de ellos se ven únicamente en Pingüinos y durante todo el año están deseando que lleguen estas fechas para volver a verse bajo las estrellas vallisoletanas. 

Andre Rosa es uno de los miembros del grupo Os Postiños, que llegan desde distintas ciudades y pueblos en las inmediaciones de Lisboa. Ya son, ni más ni menos, que 20 años acudiendo a la concentración invernal. Llegan en moto con todo preparado. «La gente es lo que más nos gusta. Queremos disfrutar con cuidado del ambiente y ver a la gente que llega a Valladolid todos los años», comenta, mientras sus amigos no dejan apagar la intensa llama de la lumbre. Hacen comida portuguesa para todos los que quieren arrimarse hasta su enorme tienda de campaña. «Le damos a todos los que vienen y ellos también comparten comida española con nosotros». 

Depenne es la única persona del grupo de diez franceses que habla castellano. No lo entiende muy bien, pero se esfuerza por comprender palabra a palabra. Llegaron el jueves por la mañana. Para siete de ellos será su primera vez. Otros tres lo vivirán en una segunda ocasión después de que hace diez años vinieran a Valladolid en Pingüinos. «Les hemos convencido a todos. Venimos a pasarlo bien». Les gusta la gente, el ambiente y todo lo que ven en la zona de acampada. Llegan desde ciudades como Toulouse y tienen clara una cosa: van a visitar la ciudad y a disfrutar de su gastronomía. Eso lo tienen claro. 

amistad. El recién nombrado Pingüinos Arena también recibe visitas de todo el territorio nacional. Alejandro García habla de su grupo de amigos llegados de Albacete. Acamparon el martes ya. Este es su quinto año. Uno de los motivos que les hace viajar hasta la capital del Pisuerga cada vez es el hecho de haber conseguido hacer buenas migas con otro grupo de moteros de Valladolid. Han formado el 'Vallalba'. Mitad Valladolid, mitad Albacete, y las motos de por medio. Aseguran que esto es el espíritu de la concentración; pasar buenos ratos junto al fuego con la amistad fraguada junto a la afición a las dos ruedas. «No nos vamos a mover de aquí». 

Pingünos dejará escenas para el recuerdo, momentos únicos de sus participantes subidos a sus motos recorriendo las calles de Valladolid. Los desfiles de banderas o de antorchas dejarán algunas de esas imágenes para el recuerdo. Pero la campa, el nido pingüinero, concentra la mayor parte de las grandes anécdotas de cada edición. Un niño conduciendo una minimoto, un grupo de amigos de Laguna con un jamón en brazo dale que te pego o el anónimo Pablo Martín con su bicimoto Belosol, fabricada en Francia, que no sobrepasa los 20 kilómetros por hora a no ser que se mate a dar pedales por el pinar.  «Es una joya», relata mientras ríe casi a carcajadas. 

Valladolid se vuelve a convertir así en la capital del mundo entre risas, juegos, motos, gastronomía y amistad. Los miles de aficionados que llegan estos días a la ciudad podrán vivir momentos únicos en compañía de los suyos, algo que solo ofrece la concentración invernal vallisoletana.