Seis de cada 10 parados de Valladolid ya tienen más de 45 años

David Aso
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La provincia ha cerrado 2023 con su menor cifra de parados desde 2006, pero entonces había apenas 8.000 del colectivo sénior y ahora casi 14.000

Imagen de archivo de una oficina de empleo. - Foto: Rosa Blanco

El mercado laboral, una vez superada la larga convalecencia de la crisis económica de 2008 y dejada atrás la pandemia, ha mejorado en muchos aspectos en los últimos años, pero no en la misma medida para todos. Valladolid cerraba 2023 con su cifra más baja de parados inscritos en las oficinas de empleo desde 2006, pero el cuadro de hoy es bien diferente al de hace 17 años; y no sólo por el relevante matiz de cómo se han multiplicado los contratos fijos discontinuos desde que en 2022 se restringieran los temporales con la última reforma, dado que sus titulares no computan como parados aunque sólo trabajen un día al año. El gran contraste entre una y otra fecha radica sobre todo en que, al término de 2006, en esta provincia se contabilizaban 23.574 parados y el 35% de ellos (8.326) tenía 45 años o más, mientras que el pasado diciembre, según datos del Servicio Público de Empleo, en total había 23.929 y los mayores de 45 ya representaban el 58% (13.894, 5.568 más). Redondeando, por tanto, estos últimos ya son seis de cada diez parados en lugar de poco más de tres.

Cierto que el envejecimiento general de la población influye sin remedio. Contribuye a que haya más séniores en el mercado, toda vez que los vallisoletanos con edades entre 55 y 64 años (los que más difícil lo tienen para recolocarse), por ejemplo, han pasado en ese mismo intervalo (2006-2023) de ser el 11% de los habitantes de la provincia al 15%, redondeando en este caso cifras del Instituto Nacional de Estadística. Y también son más que antes los que, estando dentro de tal horquilla de edad, trabajan o están dispuestos a ello, incrementando el peso de este grupo de edad entre los activos a un ritmo que supera el que pudiera presumirse por la inercia demográfica: de ser menos de un 10% de los activos en 2006 a más del 24% en la actualidad, concretamente. Pero aun así tales datos no justifican por sí solos la manera en que se ha disparado la cifra de parados sénior.

Una de las claves la retrata la tasa de empleo. Muestra el porcentaje de ocupados respecto al total de personas que hay dentro de una misma franja de edad, ya estén en situación de activo (ocupados o parados) o inactivo (por jubilación, incapacidad u otras circunstancias), y resulta que mientras la media general (sin distinción de edad) está en torno al 50%, la de los mayores de 55 apenas alcanza el 25%, con el 75% restante en paro o directamente inactivo. Por tanto, si el colectivo sénior estuviera dentro del mercado laboral en la misma proporción que la media general citada, su tasa de paro sería del doble, en lugar de seguir en niveles parecidos a los del resto y que por ello no desentonan pese a todo; a menos que las empresas también empezaran a valorarles el doble, pura utopía que sólo sostienen las matemáticas cuando los hechos evidencian que, dentro del colectivo sénior, se repite más que en otros el perfil de personas especialmente descolgadas del mercado.

La Encuesta de Población Activa refleja en ese sentido otra de las grandes consecuencias de la situación laboral de los sénior, tanto en Valladolid como en el resto del país, al detallar a nivel nacional el tiempo de búsqueda de empleo que acumulan los parados desde la última ocupación que tuvieran. Así, mientras los que llevan un año o más en esa situación representan un 42% del total de desempleados, ese porcentaje se dispara al 53% y el 61%, respectivamente, en los casos de quienes tienen entre 50 y 54 años o de 55 en adelante; estos dos últimos, unos porcentajes que hace 20 años estaban en el 50%.

«El reto» de las empresas

Para la presidenta de CEOE Valladolid, Ángela de Miguel, los problemas de las empresas para cubrir vacantes por falta de mano de obra, a pesar de que personas en paro no faltan, constituyen «uno de los retos más importantes que se deben afrontar este año». «Hay que trabajar en tres líneas: el restyling, dar una formación adecuada a los desempleados para que puedan adaptarse a lo que demanda el mercado; formación de personas extranjeras; y algo fundamental, conseguir que el talento sénior que permanece en las empresas se mantenga, además de reincorporar el que ahora está fuera». Y respecto a esto último, «siendo conscientes no sólo del valor añadido que aporta el talento sénior, cuando contar con ellos ya no es una cuestión de querer o no, sino una necesidad» tanto para los parados como para las propias empresas, «que deben adaptarse» y avanzar en «un cambio de mentalidad» que considera que «ya se empieza a notar» de unos años a esta parte.

¿Pero cómo afrontar el problema? «Por un lado, lo primero es plantearlo para que todos podamos reflexionar sobre ello», responde De Miguel. «Por otro, trabajar con los directores de recursos humanos para que diseñen las plantillas con puestos que favorezcan retener o incorporar talento sénior; y por supuesto, formación para trabajar en los sectores con más empleabilidad», sin olvidar «la importancia de formarse continuamente mientras se está trabajando, sin esperar a estar en paro».

El secretario general de UGT Valladolid, Jesús Vara, por su parte, piensa que «entre los 45 y los 55 todavía no se puede hablar de discriminación de edad, pero a partir de los 55 sí», siendo esta última una franja que representa a más del 20% de los parados. «El problema es evidente y más si eres mujer, te has dedicado a la familia u otras cosas y ahora quieres volver al mercado de trabajo, pero lo sufren todos los mayores, salvo que seas directivo», subraya. «Un problema que está ahí desde hace tiempo y que tiene difícil solución».

La secretaria de Empleo y Migraciones de CCOO, Nieves Granados, coincide en destacar el perfil de «mujeres que no tienen una experiencia previa relevante ni el nivel de profesionalización que exige el mercado laboral», por lo que requieren formación en ese sentido; pero también advierte de «personas con amplia experiencia y formación que después de perder su empleo igual necesitan una actualización para recolocarse». 

No obstante, Granados aprecia que «siempre que hay un momento de fuerte demanda de trabajadores, lógicamente hay una mayor oportunidad para todos, y más para un colectivo que supone un porcentaje muy importante de desempleados». «Hoy en día tener 50 años no es ser un anciano, hay otra esperanza de vida, otra salud, otra trayectoria, otro ánimo», y coincide con la presidenta de la patronal provincial CEOE en percibir un mercado laboral «más receptivo que antes» a los sénior. Falta, eso sí, que las cifras y los hechos lo evidencien con más claridad.