Editorial

Discurso de fango y odio desde México

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Acostumbrada a disponer de grandes poderes sobre las personas y sus bienes, la política reclama ahora la capacidad de decidir sobre las conciencias -la dictadura de lo políticamente correcto- y, especialmente, sobre los recuerdos y la historia en un intento de ahormar la percepción de la realidad a sus intereses y no a los hechos. El desprecio al rey, es decir a los españoles, por las autoridades mexicanas al vetarle en la toma de posesión de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, ahonda en la utilización de la historia como arma arrojadiza, bien para desviar la atención sobre los problemas del presente, bien como recurso delirante de quien no tiene ni argumentos sobre lo real ni capacidad de elaborarlos. Según han explicado las autoridades mexicanas, país que en 2022 pausó las relaciones con España sin que se sepa aún qué consecuencias ha tenido esa decisión, el desaire al jefe del Estado es consecuencia de su silencio ante la reclamación del todavía presidente, Andrés Manuel López Obrador, para que pidiera perdón por los abusos cometidos durante la Conquista. La solicitud en sí demuestra una extraordinaria manipulación histórica y una sublime ignorancia sobre las instituciones democráticas españolas porque ni el México actual puede considerarse heredero exclusivamente de los pueblos originarios, no hay más que ver el rostro de Sheinbaum y de López Obrador para entenderlo; porque si alguien tiene que revisar de forma crítica su papel en su devenir histórico son los mexicanos actuales y porque la España constitucional del siglo XXI no es ni institucional, ni socialmente parecida a la del siglo XVI. Por otro lado, desconocer el papel del rey en el sistema democrático español muestra una mala fe y una torpeza impropia de personas que se suponen formadas, aunque sea en Ciencias Físicas. La soberbia mostrada esconde una vocación totalitaria. López Obrador pidió al rey que «ambos países acuerden y redacten un relato compartido» o, lo que es igual, una verdad oficial que convenga al poder político independiente de los hechos y del análisis histórico. La pregunta que cabe hacerse es qué ganan los mexicanos con este relato manipulado, cuánta pobreza y violencia revertirá, cuánto narcotráfico retrocederá y cuánta corrupción administrativa desaparecerá, cuestiones éstas en cuya gestión las autoridades mexicanas han demostrado su incapacidad manifiesta. Quizá sea el momento ahora de pedir perdón por ello sin esperar otros 500 años. Por el contrario, este discurso, que también es fango y de odio, permite a los gobernantes mantener a la población entretenida en luchas vacuas, disimular los problemas y alimentar excusas para evitar afrontarlos. Por eso, era previsible que las formaciones españolas de la internacional populista (Sumar, Podemos, Comuns y demás) se hayan unido gozosos al desaire, aunque más peligroso es que el PSOE eligiera recientemente a Morena, la formación de Sheinbaum, como su referente supuestamente progresista en el país azteca.