ERC y sanchismo son viejos conocidos, tan viejos que resulta sorprendente que unos y otros se dediquen a jueguecitos que, al parecer, provocan cierto enfado en ERC tras escuchar las declaraciones, que no aclaraciones, de la ministra de Hacienda. Ahora resulta que en Cataluña no va a haber ni Concierto ni modificación al uso de la financiación de esa comunidad autónoma. Y resulta que ERC se muestra escandalizada y enfadada porque las palabras de la ministra dejan muy en el aire lo que conocemos por escrito y que el sanchismo permitió, con silencio abrumador, que todos lo diéramos por bueno; es decir que el documento presentado en su día por ERC era lo acordado y que según el ministerio de Hacienda se va a cumplir íntegramente. ¿Con qué nos quedamos?.
Hay que quedarse que, gracias a ese documento, Salvador Illa es presidente de la Generalitat y que gracias a ese papel presentado por ERC va a permitir a Sánchez ganar tiempo para alargar lo más posible una legislatura siempre en el alambre, lugar este en el que Pedro Sánchez, hay que reconocerlo, se mueve con una naturalidad extraordinaria.
Y en ese alambre estará la legislatura, al menos en los próximos meses. ERC advierte, una vez más, que o se cumple lo acordado o Sánchez tendrá que buscar otros apoyos y los socialistas no se lo creen. Saben que tendrán dificultades pero tienen dos certezas: una, no habrá rebelión interna en el PSOE y mucho menos en el Congreso y, dos, que ERC amaga pero no remata porque cualquier alternativa al actual gobierno resulta indeseable para él independentismo catalán.
Y aquí viene otro aspecto importante. Cuando se habla de Cataluña en general habría que hablar de ERC y Junts, dos partidos independentistas que están bajo mínimos electorales. Es seguro que el conjunto de catalanes quieren una mejor financiación, pero solo ellos han hablado, sin poner nombre, de lo que es, en el fondo, un concierto económico con añadidos que no desvirtúan el fondo de la figura. No se trata pues de dar satisfacción a las aspiraciones de autogobierno de la mayoría de catalanes. No, se trata de satisfacer a los independentistas porque son necesarios para Illa y para Sánchez, de manera que conviene, para que no nos tomen por tontos, precisar el lenguaje que se utiliza.
Esto es justamente lo que no ha hecho, ni hará, de momento, el Gobierno. Navegar en la indefinición, en el sí pero no, no deja de ser un arte que el Ejecutivo domina a la perfección y mientras tanto veremos el juego del tira y afloja, enfados de ERC, silencios calculados del Gobierno y unos y otros buscando fórmulas imaginativas, para, por ejemplo, sortear una modificación de la LOFCA, o bien disfrazar un acuerdo de Concierto poniendo en valor la cláusula de solidaridad como si la misma amnistiara lo que no deja de ser un auténtico cambio de paradigma si el documento presentado por ERC no ha sido una broma pesada.
Lo que no es ninguna broma, sino una hecho objetivo es que nunca los partidos independentistas tuvieron menos votos y más poder. No tienen fuerza para un nuevo 'procés' pero sí para poner en el alambre a todo un Gobierno responsable de la marcha, nada menos, que de la cuarta económica de la UE. Tienen razón los que sostienen que se enfadarán, advertirán, pero hasta ahí, porque nunca se han visto en otra. Son, además de viejos conocidos, la virtud de la necesidad.