Me llamaban el raro». Y esgrime una ligera sonrisa al recordarlo. Lo hace desde Madrid. ¿El raro? «Porque leía novelas, poesía, historia... me gustaba y me gusta leer. Por ejemplo, con Abel hablábamos mucho de libros», responde Santamaría, defensa central, líbero, lateral e, incluso, mediocentro de los años 90, que desarrolló casi toda su carrera profesional en el Real Valladolid, donde llegó de la mano de Rafa Benítez en 1995 y donde decidió que acabase su aventura dentro de los terrenos de juego en 2003: «Tuve alguna oferta, incluso una que me atrajo de Suiza, pero me di cuenta de que ya no tenía ilusión y de que mi cabeza ya no estaba en el fútbol».
José Luis Santamaría Buitrago, más conocido como Santamaría, nació en Madrid el 14 de enero de 1973. «Vivía en un barrio problemático de la zona sur de la capital y mis padres, buscando alejarme de todo aquello, me apuntaron a un club, el Encinas de Boadilla, con 8 años. Los equipos llevaban nombres de dibujos animados y mi primero fue el Filemón», recuerda. Hicieron una selección para jugar contra equipos de la Comunidad y se midieron a Real Madrid: «Nos llamaron a varios para entrenar y en verano para hacer la pretemporada. Entré en la cantera y llegué hasta el Castilla».
Por entonces ya jugaba de central, aunque algunos técnicos, como Rafa Benítez en el sub 19 y en el Castilla, le usaron de mediocentro. Fue capitán del filial blanco y llegó a jugar amistosos con el primer equipo, entrenado entonces por Valdano y en el que empezaba a asomarse Raúl González. «Acababa contrato, hablé con Valdano y me ofrecieron seguir en el Castilla. Por entonces me llamó Rafa Benítez, que se iba al Real Valladolid. Dudé, tenía 22 años y me decidí por el Pucela, animado por todos los que iban para allá», asegura. De una tacada llegaron a Zorrilla Alberto Marcos, Antía, Fernando Sánchez Cipitria, Soto y él mismo.
Su paso por Valladolid tuvo de todo, aunque estuvo, principalmente, marcado por la larga enfermedad de su madre: «Cuando recibes esa noticia -cáncer- es muy duro. Al principio tienes esperanzas pero vas viendo cómo va empeorando y la última temporada y media fue lo peor. De hecho, había muchos días que salía de los entrenamientos y me iba a Madrid a pasar las tardes con ella para volver al día siguiente». Hasta el punto de que ni aparece en la foto oficial de su último año en Valladolid.
En el Pucela jugó desde 1995 a 2003, en total 165 partidos en Primera, de los cuales 160 fue titular (más 4 de UEFA y 16 de Copa del Rey). Marcó un gol, ante el Tenerife el 1 de marzo de 1998: «Me acuerdo, me acuerdo. Fue un centro de Alberto Marcos en una falta con un remate de cabeza mío. Aún tengo en mi mente el abrazo de Quevedo. Ganamos 2-1 en Zorrilla».
Con 30 años acababa contrato: «Mi última temporada y media no había ido bien. Me reuní con el Real Oviedo y tuve una oferta del Zurich, pero decidí dejarlo».
«Sigo yendo mucho aunque no me dejo ver y mi aspecto ha cambiado», vuelve a sonreír. Desde que se retiró ha hecho de todo: viajar (Cuba, Argentina, media Europa con una furgoneta); estuvo vinculado en la producción de un disco de un grupo; colaboró con ‘Payasos sin fronteras’ y en 2008, tras una llamada de Cipitria, empezó a colaborar en el Collado Villalba: «Me surgió el gusanillo, me saqué el carné de entrenador y he estado en el Trival Valderas y Las Rozas, hasta entrenar en la temporada 2017-18 al juvenil de primer año del Alcorcón». Siempre en el fútbol formativo. Y sigue leyendo y escribiendo, «sin descartar publicar algo en un futuro».
Vinculado a la hostelería local
A José Luis Santamaría es habitual verle en Valladolid. Sigue manteniendo dos negocios hosteleros: el Café Teatro, que cumple 20 años; y el Borsalino, ambos regentados por su amigo, Hueso. Además aquí mantiene amistades, del fútbol y de fuera del fútbol; y mucho cariño a su Peña, formada por Marta, Montse y su hermano: «Me trataron muy bien (y lo siguen haciendo)». Cuando habla de Valladolid lo sigue haciendo en presente y no en pasado.