A plena luz del día, lo que más sorprende en la humilde morada de alquiler de Juan José es la baja temperatura. El termómetro no supera los 11 grados, pero la situación se agrava cuando anochece. No en vano, la sorpresa es mayúscula cuando relata, con aparente normalidad, que lleva sin electricidad desde julio. Tal cual. En pleno siglo XXI y aquí, en Castilla y León.
Todo es paz y tranquilidad en Valdesimonte, donde vive Juan José Loredo Camblor que espera a la puerta de su casa en mangas de camisa, eso sí, de pana gruesa. El humo que sale de la chimenea de su hogar indica que allí se quema leña. En el salón arde un tronco de roble y unos palos de chopo. No son suficientes para combatir las frías temperaturas del exterior, pese a que lleva encendida tres horas.
Juan José no entiende de pobreza energética, ese término que define la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener su casa a una temperatura adecuada para la salud.
Frente a la temperatura recomendable para invierno, entre 18 y 20 grados, este asturiano afincado en la pedanía segoviana junto a su pareja Carmen, se las ingenia para «sobrevivir» y tener su salón a 11 grados. Junto a la leña que obtiene de los montes aledaños, gracias a los permisos y la colaboración de los vecinos, la casa cuenta, normalmente, con dos bombonas de butano. Una, para cocinar, y otra en una estufa del dormitorio, donde pasa muchas horas Carmen que está en fase de recuperación tras una complicada operación cardíaca.
El caso de Juan José y de Carmen no es único en Castilla y León. La pobreza energética es otra de las consecuencias de la crisis económica y que las organizaciones que trabajan con los más desfavorecidos constatan esta necesidad. De hecho, Cruz Roja ayudó a pagar a la población 728 facturas de suministros de electricidad, gas, gasoil, agua e incluso teléfono durante 2013. La suma de estos recibos supuso un desembolso económico de 87.235 euros, una cantidad que ayudó a mantener su casa a temperaturas adecuadas durante el invierno.
Choca que una persona pueda llegar a vivir en estas condiciones cuando no se trata de alguien perteneciente a una familia desestructurada. Loredo procede de una familia de peluqueros de Oviedo, un sector que mamó de pequeño y que continuó por su cuenta. Llegó a montar dos escuelas de peluquería y estética en Madrid, durante los años 80, además de salones de belleza y tiendas de cosmética. Pero un problema alérgico en la piel le obligó en 2004 a olvidarse de una de sus pasiones.
Fue, entonces, cuando su vida profesional dio un giro. Se trasladó a la sierra de Madrid y montó una sidrería en Miraflores, «como buen asturiano». Pero la aventura duró poco porque le detectaron una enfermedad del corazón a Carmen, lo que obligó a abandonar el negocio de hostelería. «Había que elegir entre el restaurante y la salud de ella. No lo dudé y buscamos un pueblo que estuviera cerca de donde viven los padres de ella y de Madrid para sus revisiones médicas», explica.
Precisamente, fue a la vuelta del hospital en julio cuando se encontró su casa sin electricidad, después de tres meses en que no había pagado los recibos. La deuda actual es de 135 euros, que espera saldar en los próximos días pero el principal problema estriba, según él, en las trabas que está encontrando con la compañía eléctrica que le obliga a poner una instalación nueva y a pagar un nuevo enganche. «Me duele que estas empresas, con beneficios millonarios, sean tan insolidarias y no atiendan a razones ni tengan en cuentan las dificultades que atraviesan las personas», lamenta.
Cruz Roja calcula que más del 30 por ciento de las familias que atiende la organización en la Comunidad sufre pobreza energética Es un porcentaje similar a la media nacional, aunque Fernández asegura que es imposible llegar a todas las peticiones para el pago de facturas, aunque priorizan los hogares desfavorecidos donde hay niños y personas mayores.
Pese al incremento de la partida reservada para la pobreza energética, el grueso del desembolso de Cruz Roja va destinado a cubrir las necesidades de alimentación y de vivienda. De ahí, la campaña ‘Ahora más que nunca’, un llamamiento para prestar ayuda a las personas en una situación extrema de vulnerabilidad.